¿Por qué es tan significativo que Jesús comiera con pecadores?

Lucas 15:1-2 dice: "Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle [Jesus], y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come". ¿Quiénes eran los "pecadores" y por qué era tan ofensivo comer con ellos?

Para entender el significado de que Jesús comiera con pecadores, primero debemos entender a las personas que trataron de utilizar las acciones de Jesús como un ataque a su carácter y ministerio: los fariseos. Los fariseos eran uno de los dos grupos judíos que gobernaban Israel en la época de Cristo. Aunque los fariseos aceptaban la Palabra escrita (es decir, nuestro Antiguo Testamento) como inspirada por Dios, conferían igual autoridad a sus propias tradiciones orales, conocidas como la "tradición de los ancianos" (Marcos 7:3; Gálatas 1:14). Según las reglas rabínicas, los fariseos tenían prohibido comer con "pecadores". Según ellos, los "pecadores" eran judíos que no se adherían a la ley de Moisés ni a las normas y reglamentos farisaicos adicionales, que eran difíciles de aprender y seguir. Los pecadores incluían a aquellos que vivían estilos de vida inmorales, así como a los recaudadores de impuestos judíos. Los recaudadores de impuestos judíos eran especialmente despreciados ya que eran considerados traidores a su propio pueblo por recaudar impuestos en nombre de los señores romanos. Para un fariseo, comer con un pecador o un recaudador de impuestos era contaminarse. Para el fariseo, la rectitud venía a través de la pureza ritual y la separación de los "pecadores".

Cuando Jesús llamó al recaudador de impuestos Leví (también conocido como Mateo) para que fuera uno de Sus discípulos, y posteriormente comió en casa de Mateo, los fariseos lo consideraron escandaloso y lo utilizaron como una oportunidad para poner en tela de juicio el carácter de Jesús (Mateo 9:9-13; Marcos 2:14-16).

Jesús respondió diciendo: "Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores" (Marcos 2:17).

Es importante no malinterpretar las palabras de Jesús. No quiere decir que sólo algunas personas sean pecadoras y necesiten arrepentirse y creer en Él (Romanos 3:23; Hechos 17:30). Si éste fuera el significado de Jesús, entonces Pablo, que era el más celoso de los fariseos, no se habría llamado a sí mismo "el primero de los pecadores" (Filipenses 3:4-6; 1 Timoteo 1:15). Lo que Jesús está diciendo es que Él ha venido a salvar a aquellos que reconocen su propia pecaminosidad. Los fariseos santurrones no reconocían su necesidad de perdón y salvación por medio de Cristo. Confiaban en su propio cumplimiento legalista de rituales y reglas. El reino de los cielos pertenece a aquellos que son "pobres en espíritu" (Mateo 5:3), sabiendo que no tienen nada que ofrecer en sí mismos, sino que necesitan la misericordia y la gracia de Dios.

Esta distinción entre la justicia propia y el reconocimiento de la pobreza espiritual se ilustra claramente en la parábola de Jesús sobre el fariseo y el publicano: "A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que este descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido" (Lucas 18:9-14).

En esta parábola, Jesús nos enseña una lección muy importante sobre cómo ser justificado o estar bien con Dios. No es el fariseo santurrón, sino el pecador humilde a quien Dios declara justo. No porque sea justo en sí mismo, sino porque recibe humildemente la justicia de Cristo que viene por la fe (Romanos 3:21-24). Jesús comió con pecadores porque "vino a buscar y a salvar lo que se había perdido" (Lucas 19:10). El tabú cultural no obstaculizó Su propósito ni le impidió compartir la misericordia de Dios con los necesitados. Los que reciben la justicia de Cristo mediante la fe en esta vida volverán a cenar con Él en la vida venidera (Apocalipsis 3:20; 19:9).



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