¿Qué sabemos de los caldeos?

Los caldeos eran un antiguo pueblo que habitaba lo que hoy sería el sur de Irak. La Biblia menciona "la tierra de los caldeos", que en aquella época habría sido la parte sur de Babilonia (Isaías 23:13; Jeremías 24:5). Ur de los caldeos era una ciudad-estado en la tierra de los caldeos, y fue el hogar de Abram, quien más tarde se convirtió en Abraham, el padre de la nación de Israel. Los caldeos son antepasados de Israel. Todavía hoy hay quienes se identifican como descendientes de caldeos.

En ocasiones, los caldeos gobernaron Babilonia: Ukinzer, Merodach-Baladan y Nabopolasar fueron reyes caldeos de Babilonia, y en algunos casos se hace referencia a las dos culturas indistintamente. En la Biblia, hay muchos casos en los que la palabra caldeo se utiliza para describir a los babilonios (Isaías 13:19; 47:1, 5; 48:14, 20). En el libro de Daniel, durante el cautiverio babilónico de Israel, al famoso último rey de Babilonia, Belsasar, se le llamó "rey de los caldeos" (Daniel 5:30). La Biblia describe a los caldeos como personas influyentes, inteligentes y cultas. Algunos eruditos piensan que a medida que Babilonia se desarrollaba, los caldeos llegaron a ser conocidos más como una clase social de personas, que como un grupo originario del sur de Babilonia. A un grupo de consejeros del rey Nabucodonosor se les llamaba "los caldeos" (Daniel 3:8). A los caldeos se les conocía como un grupo muy culto, especialmente expertos en astrología y astronomía.

Al igual que muchos otros pueblos del Antiguo Testamento, los caldeos fueron el instrumento de Dios para juzgar al desobediente Israel, y el ejército babilónico también derrotó a Israel en la batalla (Jeremías 51:4; 2 Reyes 25:5-10). Los caldeos fueron uno de los grupos que asaltaron a Job, mataron a sus siervos y robaron su ganado (Job 1:17). También se profetizó el juicio de los caldeos: "Y cuando sean cumplidos los setenta años, castigaré al rey de Babilonia y a aquella nación por su maldad, ha dicho el Señor, y a la tierra de los caldeos; y la convertiré en desiertos para siempre" (Jeremías 25:12).