¿Qué dice la Biblia sobre las cosas que tienen verdadero valor eterno?
Lo que valoramos determina lo que hacemos. No sólo lo que hacemos como profesión, sino cada acción y pensamiento. El mundo tiene sus propias ideas acerca de lo que es valioso: dinero/posesiones, estatus/poder, seguridad/comodidad y legado. No obstante, tal y como el mundo define estas cosas, no son transferibles a la eternidad. Como dice el viejo refrán: "No te lo puedes llevar contigo". Por definición, las cosas con valor eterno son valiosas para siempre. Nuestro tiempo en la tierra es muy corto, pero lo que hagamos aquí afectará nuestra condición en la eternidad. En esa vida eterna, estaremos o atormentados en el infierno, o disfrutando del Nuevo Cielo y la Nueva Tierra de Dios. Las cosas de este mundo pasarán (1 Juan 2:17). Las únicas cosas de este mundo que perdurarán son las personas y Dios.
El Gran Mandamiento de Dios refleja esto: amar a Dios, amar a las personas (Mateo 22:34-40). Sólo Dios y las personas tienen valor eterno. Por tanto, nuestras acciones y actividades deben estar motivadas por el empeño de amar a Dios y a las personas. ¿Cómo se compara esto con el mundo?
Dinero/posesiones: La riqueza es efímera; no podremos mantener nuestra clase socioeconómica terrenal en la eternidad. Por lo tanto, nuestro dinero debe estar supeditado al Gran Mandamiento: ¿cómo podemos utilizar el dinero para amar y adorar a Dios? ¿Para ayudar a la gente? ¿Cómo se interpone el dinero en el camino del amor a Dios y a los demás? ¿Cómo quiere Dios que cada uno de nosotros, como individuos, utilice el dinero para honrarle? El dinero puede hacer que sea difícil seguir a Cristo (Marcos 10:23), pero también se puede usar para servir a los demás (Hechos 9:36).
Estatus/poder: Los hombres desde Lamec en Génesis 4 han codiciado el respeto y el poder del mundo. Nos hace sentir valiosos cuando otros afirman nuestro valor. Dios ve el respeto de otra manera. Debemos esforzarnos por ganarnos el respeto de los demás sólo si eso trae gloria a Dios y acerca a los demás a Él. Debemos vivir en paz con los demás (Romanos 12:18) porque es saludable para la iglesia. De niño, Jesús "crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres" (Lucas 2:52) porque honraba a Dios, no con el propósito de controlar a la gente.
Educación/conocimiento: En toda la Biblia hay pasajes que resaltan la importancia de la educación. El Salmo 119, el capítulo más largo de la Biblia, está dedicado a contemplar la ley de Dios. Dios mismo dio sabiduría a Salomón (1 Reyes 3:5-12), y a Daniel y sus amigos "conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias" (Daniel 1:17). El conocimiento de la ley formaba parte del palmarés de Pablo (Filipenses 3:5). Sin embargo, Jesús, Salomón y Daniel sabían que la sabiduría era inútil si no se utilizaba al servicio de Dios. Antes de su conversión, Pablo utilizaba sus conocimientos para perseguir a los cristianos. Después, consideró que sus conocimientos eran basura "por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor" (Filipenses 3:8). El conocimiento y la educación son buenos sólo si se usan para propósitos eternos.
Seguridad/comodidad: Nuestros anhelos de seguridad y comodidad, al igual que otras cosas del mundo, no son necesariamente malos. El Antiguo Testamento muestra que tales cosas son bendiciones. No obstante, en la era de la iglesia, estamos llamados a posponer estos anhelos sólo por un poco de tiempo. En varios pasajes del Nuevo Testamento (Juan 15:18-19; 2 Timoteo 3:12; 1 Pedro 4:3-4) se dice que los cristianos tienen que esperar la persecución. Pero dicha persecución está directamente relacionada con cosas de valor eterno. De hecho, Jesús dijo que si nos persiguen es porque valoramos la eternidad (Juan 15:18-19). No podemos estar perfectamente seguros en este mundo; Dios no promete protegernos a nosotros o a nuestras familias de cualquier daño. Sin embargo, si el daño llega porque amamos a Dios y a los demás con integridad, es "aprobado delante de Dios." (1 Pedro 2:20).
Legado: Lo más cerca que podemos estar de las cosas de valor eterno en la tierra es nuestro legado: nuestra influencia en el mundo que permanece después de nuestra muerte. Pero hasta eso es efímero. Salomón construyó un poderoso templo que fue destruido al cabo de cientos de años. La Biblia da ejemplos de legados espirituales eternos: un acto de adoración a Cristo (Mateo 26:6-13), las personas a las que llegamos (2 Corintios 3:2-3), una fe sincera que inspira a otros (2 Timoteo 1:5).
Las únicas cosas que podremos llevar a la eternidad son nuestra relación con Dios y las personas a las que alcanzamos con el evangelio. Las cosas en esta tierra son meramente instrumentos que usamos para prepararnos para la eternidad. Si podemos recordar esto, acumularemos cosas de valor eterno.
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