¿Qué significan 1 Juan 3:6 y 1 Juan 5:18 cuando dicen que los creyentes no seguirán pecando?
A lo largo del libro de 1 Juan, Juan describe las características de los verdaderos creyentes, tales como: mantener la comunión con Cristo y con otros creyentes (1 Juan 1:3); caminar en la luz y confesar sus pecados (1 Juan 1:6-9); obedecer la Palabra de Dios (1 Juan 2:3-5); vivir una vida pura (1 Juan 3:3); y, por último, el texto de la pregunta, ver una disminución del pecado habitual (1 Juan 3:5-6; 1 Juan 5:18). 1 Juan 3:6 dice: "Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido". De la misma manera, 1 Juan 5:18 dice: "Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca". Algunas personas leen estos versículos y equivocadamente piensan que significa que los verdaderos creyentes no pecarán o no pueden pecar; sin embargo, esto es algo imposible para cualquiera que no sea Jesús, tal como Juan también indica: "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros" (1 Juan 1:8).
Observemos un poco más de cerca estos versículos. Juan explica claramente que no podemos ser perfectos y sin pecado, incluso después de ser salvos. El punto clave de estos versículos está en la frase "seguir pecando". Esto significa que, aunque los creyentes pueden seguir pecando de vez en cuando, los verdaderos creyentes no seguirán un patrón de pecado constante después de ser salvos. Seguir en una vida de pecado indica que no se le ha permitido al Espíritu Santo entrar y transformar la vida del que profesa ser creyente.
Cuando aceptamos a Cristo, somos transformados por el poder del Espíritu Santo: "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (2 Corintios 5:17). Es a través del Espíritu Santo que tenemos el poder de abandonar los viejos comportamientos pecaminosos y establecer nuevos comportamientos de Dios. La gente debería notar la diferencia entre la forma en que actuábamos antes de Cristo y la forma en que actuamos después de recibir Su salvación. A medida que sometemos los impulsos pecaminosos a Dios una y otra vez, Él los reemplaza con deseos conformes a Su voluntad. El camino cristiano es uno de santificación y purificación progresiva, motivado por el deseo de vivir de acuerdo con la Palabra de Dios: "Con todo mi corazón te he buscado; no me dejes desviarme de tus mandamientos. En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti" (Salmo 119:10-11; ver también 1 Juan 3:3).
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La verdad sobre la vida cristiana