¿La salvación es algo más que simplemente vivir en el más allá?

La salvación a menudo se presenta como el medio para llegar al cielo después de que uno muere. Es cierto que debemos ser salvos para poder ir al cielo, y la esperanza de la eternidad con Jesús es central en la salvación. Pero la salvación da fruto en nuestras vidas terrenales. La salvación no es simplemente un boleto a un futuro mejor, es un cambio que tiene lugar y tiene un efecto ahora.

Efesios 2: 8–9 se usa a menudo para demostrar que la salvación es por la gracia de Dios y se recibe por fe, no por obras. Se nos perdona nuestros pecados y somos reconciliados con Dios por lo que hizo Jesús en la cruz (2 Corintios 5: 17–21), no por ningún mérito en nosotros mismos. Cuando somos salvos, somos liberados del castigo del pecado y se nos concede la vida eterna (Juan 3:16; Romanos 6:23). La vida eterna habla tanto de la calidad como de la cantidad de vida, y comienza cuando somos salvos. Nuestro tiempo en la tierra no es más que un anticipo de todo lo que Dios nos tiene reservado, pero se ve directamente afectado por nuestra salvación. Vemos evidencia de esto en Efesios. Efesios 2:10 nos dice: "Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica." Claramente, Dios tiene un plan para nuestras vidas en la tierra.

2 Corintios 5:17 dice que todos los que están en Cristo son creaciones nuevas. Jesús dijo que vino para que los que creen en Él "tengan vida y la tengan en abundancia" (Juan 10:10). En Juan 15, habla acerca de permanecer en Él y dar fruto. Muchas veces, Jesús llama a sus seguidores a la obediencia, vinculándolo a que le demostremos amor y experimentemos gozo en él. En Juan 17, Jesús ora por sus seguidores y menciona específicamente enviarlos al mundo. En Mateo 28: 18–20 Jesús da la Gran Comisión. Pablo se hace eco del hecho de que a los creyentes se les ha "dado el ministerio de reconciliación" en 2 Corintios 5. Obviamente la salvación nos afecta. Nos volvemos nuevos, producimos fruto y compartimos el mensaje de esperanza y perdón de Dios con los demás.

Cuando somos hechos nuevos y damos fruto, en realidad experimentamos una vida más satisfactoria en la tierra. Toda nuestra perspectiva cambia cuando somos salvos. Comenzamos a ver la oscuridad de este mundo caído por lo que es, y reconocemos la luz de Dios. Somos liberados no solo de la muerte eterna por el pecado, sino también del poder esclavizante del pecado en nuestras propias vidas. Ciertamente, los creyentes todavía luchan con el pecado (1 Juan 1: 8–9), pero también conocemos el gozo del perdón y podemos experimentar el trabajo transformador y habilitador del Espíritu Santo para ayudarnos a liberarnos del pecado. Obtenemos una perspectiva divina sobre este mundo y, por lo tanto, podemos aguantar. En lugar de intentar buscar significado a través de los placeres terrenales o el éxito mundano, descansamos en el hecho de que somos amados por Aquel que nos creó y sostiene este mundo. Podemos apreciar más plenamente cosas como la belleza y la alegría porque conocemos a Aquel de quien proceden y también reconocemos que nuestra experiencia terrenal de ellas es una mera sombra de lo que algún día será. También experimentamos la paz de Dios y su habilitación.

Cuando somos salvos, somos invitados a relacionarnos con Dios. Mucho más que un simple destino para nuestras vidas en el más allá, somos llamados hijos del Dios viviente (Juan 1: 12-13). Tenemos acceso a nuestro Padre a través de la oración (Hebreos 4: 14-16). En Jesús tenemos a alguien que entiende nuestras debilidades y emmpatiza con nosotros (Hebreos 4: 14-16). También tenemos el Espíritu Santo que nos revela la verdad y nos permite vivir (Juan 14: 16–17; 16: 13–15).

La salvación nos libera de la condena, nos asegura firmemente en el amor de Dios, nos hace herederos de Dios y afecta mucho nuestras vidas en la tierra (Romanos 8). Es porque somos salvos que podemos conocer la verdad, experimentar la libertad, unirnos a la obra de Dios en este mundo y estar seguros de que nuestra esperanza en Él se realizará plenamente. La salvación se trata de la vida en el más allá, pero también se trata de mucho más.

"Al que puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos o pedir, por el poder que obra eficazmente en nosotros, ¡a él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos! Amén." (Efesios 3: 20–21).



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