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¿Cómo puedo lograr la victoria en Jesús?
El apóstol Pablo escribe: "Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo" (1 Corintios 15:57). En el contexto inmediato, Pablo está hablando de la victoria sobre el pecado y la muerte. Está describiendo la resurrección futura (1 Corintios 15:50-58), después de haber explicado la centralidad de la resurrección de Jesús para la fe y la esperanza de los cristianos en Él. Explica cómo "en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados" (1 Corintios 15:22). Escribe: "Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte. Porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel que sujetó a él todas las cosas. Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos" (1 Corintios 15:26-28).
Pablo continúa describiendo la futura resurrección de los muertos, proclamando que: "Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo" (1 Corintios 15:53-57). Esta victoria es el perdón de los pecados y la promesa de la vida eterna que se da a todos los que ponen su fe en Jesús (Juan 3:16-18), ¡qué victoria!
También hablamos de victoria en Jesús en un sentido más general. Jesús no sólo nos da la victoria en un sentido eterno, sino también en nuestra vida diaria. La victoria pertenece al Señor, así que sólo sometiéndonos al señorío de Jesucristo podemos alcanzar la victoria en Jesús. ¿Cómo? ¿Y cómo se manifiesta?
Alcanzamos la victoria en Jesús cuando nos sometemos a Él, porque Él es quien tiene todo el poder y la autoridad, el único que ha vencido al pecado y a la muerte. No somos victoriosos por nuestras propias fuerzas, sino que Jesús nos empodera para caminar en Su victoria. El apóstol Juan nos da esta exhortación: "Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido. Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo. El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo" (1 Juan 3:5-8). El perdón que Jesús nos proporciona nos libera del poder del pecado y nos permite caminar rectamente, manteniéndonos en sintonía con Él y con Su obra en el mundo. Es sabio que nos acerquemos a Dios leyendo Su Palabra (2 Timoteo 3:16-17) y orando (Hebreos 10:19-23) y que nos rodeemos de creyentes que puedan animarnos en nuestro caminar con Cristo (Hebreos 10:24-25).
Muchas veces, la victoria en Jesús será diferente a la victoria a los ojos del mundo. Las lujurias y los deseos de la carne no son algo para complacer o gloriarse, aunque las victorias egoístas de todo tipo son consideradas triunfos a los ojos del mundo. En Jesús, la victoria consiste en vencer las tentaciones egoístas y los pecados que el mundo ofrece, y disfrutar de la verdadera vida que sólo Cristo ofrece. Recuerda: "Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos" (Gálatas 5:24; ver también Romanos 5:20-21). Esta victoria no consiste simplemente en vencer los hábitos pecaminosos, sino en morir al pecado para vivir en la justicia (Romanos 6:11-14; 12:1-2). La victoria en Jesús no consiste en el ascetismo o la fuerza de voluntad, sino en la plenitud de vida en Cristo (Juan 10:10). La victoria es posible gracias a la obra del Espíritu Santo (Filipenses 2:12-13). El pecado es engañoso y, en última instancia, conduce a la muerte (Romanos 6:23; Santiago 1:14-17). Los caminos de Dios conducen a la verdadera vida (Juan 15:1-11). Obedecerlo puede traer propósito y paz a nuestras vidas, aun cuando seguirlo sea difícil e incluso en medio de verdaderas dificultades (Romanos 5:1-5; Santiago 1:2-18; 1 Pedro 1:3-9). Gálatas 5:22-23 dice: "Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley".
En 1 Corintios 15, Pablo continúa diciendo: "Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano" (1 Corintios 15:58). Cuando caminamos con Jesús, caminamos en obediencia y hacemos la obra del Señor. Esta es la victoria garantizada que tenemos; podemos caminar en victoria como Jesús siempre y cuando permanezcamos caminando con Él. La victoria no es nuestra responsabilidad: la obediencia y la sumisión a Su señorío es a lo que debemos prestar atención en nuestras propias vidas. Es nuestra responsabilidad descansar en Cristo (Mateo 11:28) y confiar en que Su victoria es suficiente para darnos libertad y victoria a todos nosotros (Romanos 5:17; 1 Pedro 2:9).
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