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¿Qué significa que el velo del templo se rasgó en dos cuando Jesús murió?
En el templo judío, el velo protegía el Lugar Santísimo. Se decía que el Lugar Santísimo era donde estaba la presencia de Dios y contenía el Arca del Pacto. Sólo el sumo sacerdote podía entrar en este lugar, y sólo una vez al año, para expiar los pecados de Israel (Éxodo 30:10).
Primera de Reyes 6:2 dice que el templo de Salomón tenía una altura de 30 codos. Esto equivaldría a unos 14 metros de altura. El historiador judío del siglo I, Josefo, cuenta que Herodes amplió la altura del templo a 40 codos, es decir, más de 18 metros. También registra que el velo era de cuatro pulgadas de espesor.
Mateo 27:50-51 dice, "Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo". Observa los detalles: 1) Jesús murió, 2) la enorme cortina de entre 14 y 18 metros de alto y cuatro pulgadas de espesor se rasgó por la mitad, y 3) la rasgadura fue de arriba a abajo, indicando claramente que la destrucción no fue hecha por el hombre, sino que vino de Dios.
Esta conexión entre la muerte de Jesús y el velo rasgado no sólo se refiere al poder de Dios, sino que demuestra quién es Jesús, lo que logró la cruz y el acceso que tenemos a Dios a través de Cristo. Hebreos 8:1-2 dice: "Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre". Jesús mismo sirve ahora como nuestro sumo sacerdote. Ya no hay necesidad de un sumo sacerdote judío para presentarse ante el Señor y hacer expiación por nuestros pecados. Por medio de Su muerte en la cruz, Jesús proveyó la expiación de nuestros pecados.
Además, la rasgadura del velo también ayudó a marcar el comienzo de un nuevo pacto. Hebreos 8:13 afirma: "Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer".
En Hebreos 4:14-16 se describe una poderosa aplicación de este cambio: "Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro". En vez de acudir a un sacerdote, podemos acudir directamente y con confianza ante Dios a través de Jesucristo para recibir misericordia y gracia. Jesús satisface nuestras necesidades e incluso se identifica con nuestras debilidades. La rasgadura del velo es profundamente significativa y proporciona una base ilustrativa de cómo podemos acercarnos a Dios hoy en día. Dios ha derribado la barrera entre Él y nosotros mediante la obra de Jesús.
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