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¿Por qué cosas debería orar?
Orar es expresar nuestro corazón a Dios. La oración se menciona casi mil veces en toda la Biblia, con nueve categorías principales: oración conjunta (Hechos 2:42), oraciones de petición (Filipenses 4:6), oraciones de acción de gracias (Salmo 95:2-3; Filipenses 4:6), oraciones de adoración (Hechos 13:2-3), oraciones de dedicación (Mateo 26:39), oraciones de intercesión (1 Timoteo 2:1), oraciones por la justicia (Salmo 69), oraciones en fe (Santiago 5:15) y oraciones en el Espíritu (1 Corintios 14:14-15).
Dios nos ordena orar (Salmo 50:15; Jeremías 33:3; Hebreos 4:16; 1 Timoteo 2:1) y promete escuchar y responder (Juan 16:23-24; 1 Pedro 3:12; Santiago 1:5-6; 5:16; Salmo 34:15). Debemos "orar sin cesar" (1 Tesalonicenses 5:17). Hay constancia de que Jesús oró al menos veinticinco veces en el Nuevo Testamento (por ejemplo, Juan 17; Lucas 5:16). A veces tenemos el corazón tan cargado que ni siquiera sabemos qué orar, aunque el Espíritu Santo intercede por nosotros (Romanos 8:26). Algunas personas luchan con la oración y con aquello por lo que deben orar. Los discípulos de Jesús tenían la misma dificultad, así que Jesús les dio un modelo que llamamos El Padre Nuestro (Mateo 6:9-13; Lucas 11:2-4). En esta oración, Jesús aborda seis áreas generales que nos ayudan a saber por qué debemos orar:
1. "Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre" (Mateo 6:9).
Uno de los aspectos más importantes de la oración, aunque a veces se pasa por alto, es el reconocer quién es Dios. Tenemos la costumbre de saltar directamente a nuestra lista de deseos sin tomarnos tiempo para recordarle a nuestro corazón con quién estamos hablando. Dios diseñó a los seres humanos para que pudieran tener comunión con Él. Jesús nos mostró que, cuando comenzamos nuestro tiempo de oración con adoración y alabanza, comprendemos mejor el corazón de Dios y nos sentimos más inclinados a orar por cosas que Él puede bendecir (Hebreos 4:14-16; Juan 14:13).
Una forma de pasar el tiempo adorando a Dios es leyendo las Escrituras. Por ejemplo, podemos estar leyendo el Salmo 25:10: "Todas las sendas del Señor son misericordia y verdad, para los que guardan su pacto y sus testimonios". Nos detenemos a meditar en lo amoroso y fiel que Dios ha sido con nosotros, y se lo decimos de esta manera: "Padre, tú has sido tan bondadoso conmigo cuando no lo merezco. Nunca me has fallado. Te doy gracias porque todos tus caminos son misericordiosos y fieles". Entre más aprendemos sobre los muchos atributos de Dios, más queremos volver a contarlos cuando oramos.
2. "Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra" (Mateo 6:10).
Con frecuencia, Jesús habló del reino de Su Padre y exhortó a Sus discípulos a vivir en constante preparación para Su regreso (Mateo 4:23; Juan 14:2-3; 18:36; Apocalipsis 22:12). Los creyentes del Nuevo Testamento oraban fervientemente para que Jesús volviera mientras ellos vivían (1 Corintios 16:22; Filipenses 4:5; Apocalipsis 22:20). Todavía estamos esperando ese día.
En cierto sentido, el reino de Dios comenzó en la tierra cuando Jesús vino por primera vez (Lucas 17:21). Sin embargo, el cumplimiento del reino aún no ha llegado y no llegará hasta que Jesús regrese para juzgar al mundo y establecer la justicia (ver Isaías 65:17; 2 Pedro 3:13; Apocalipsis 19:11-20:6). Debemos orar por ese día, porque así mantendremos claras nuestras prioridades. Orar para que venga el reino de Dios y para que se haga Su voluntad en la tierra como en el cielo nos recuerda que la situación actual del mundo pronto pasará. Los seguidores de Jesús anhelan el día en que la justicia sea la ley de la tierra y Dios mismo sea la Luz (Apocalipsis 22:5).
Cuando oramos así con regularidad, también nos recordamos a nosotros mismos que queremos que Su reino venga y que se haga Su voluntad en nuestras propias vidas, así como en el resto del mundo. Oramos no sólo por el futuro, sino para que la voluntad y los propósitos de Dios se manifiesten en nuestras propias vidas y en nuestro entorno. Al orar para que se haga la voluntad de Dios, sometemos nuestros corazones para obedecerle y nos proponemos vivir de acuerdo a los ideales de Su reino en nuestra vida diaria, reconociendo que, en última instancia, somos ciudadanos de Su reino (Filipenses 3:20) y embajadores de Él (2 Corintios 5:20).
3. "El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy" (Mateo 6:11).
En esta parte de la oración modelo de Jesús, pedimos lo que necesitamos. En todas las Escrituras, Dios nos invita a llevarle nuestros problemas y necesidades (Salmo 91:15; 50:15; Isaías 58:9; Filipenses 4:6-7; Hebreos 4:14-16; 1 Pedro 5:7). Jesús les aseguró a Sus discípulos que Dios ya sabe lo que necesitamos antes de que se lo pidamos (Mateo 6:25-34; Lucas 12:22-34). Con todo, Él quiere que de todas formas pidamos y que sigamos pidiendo cuando aún no hayamos recibido respuesta. La parábola de Jesús en Lucas 18:1-8 nos anima a perseverar en la oración para obtener lo que necesitamos.
Incluso podemos pedir a Dios lo que queremos. Dios se deleita en bendecir a Sus hijos para Sus buenos propósitos (Isaías 38:1-6; Salmo 37:4; Proverbios 16:7; Zacarías 10:1). Como el Señor estaba tan complacido con el rey Salomón, le dijo que pidiera lo que quisiera (1 Reyes 3:3-14) y Dios se lo concedió. La manera en que los hijos se relacionan con los buenos padres es pidiendo lo que quieren. Dios quiere que pensemos en Él como nuestro Padre y nos acerquemos confiadamente a Él con nuestras peticiones (Hebreos 4:15-16).
4. "Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores" (Mateo 6:12).
Esta es la clase de oración en la que nos ponemos manos a la obra con Dios. Puesto que todos somos pecadores, necesitamos el perdón (Romanos 3:23; 1 Juan 1:8-10). Jesús ya pagó la deuda de todos los que le han respondido con fe (2 Corintios 5:21; Colosenses 2:14). Ahora bien, cuando los cristianos pecan, necesitan ponerse de acuerdo con Dios al respecto para restablecer la comunión con Él (1 Juan 1:9). Arrepentirnos de nuestro pecado limpia nuestra conciencia, por eso es importante reconocer en qué hemos fallado y recibir el perdón completo que Dios nos ofrece.
Muchas veces, el aspecto más difícil del perdón es cuando debemos perdonar a los demás de la misma manera que Dios nos ha perdonado. La parábola de Jesús en Mateo 18:21-35 ilustra la conexión entre recibir el perdón y extenderlo a otros (ver también Mateo 6:14-15). En la oración, podemos admitir ante Dios lo difícil que es perdonar a quienes nos han hecho daño y pedirle ayuda para perdonarles como Él nos perdonó a nosotros. Cuando recordamos la dimensión de Su perdón por nosotros, nos resulta más fácil perdonar a los demás.
5. "Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal" (Mateo 6:13).
Esta frase puede resultar confusa, pues sabemos que Dios no nos tienta a hacer el mal (Santiago 1:13). No obstante, la tentación nos acecha día y noche. Sin la guía y la intervención de Dios, estaríamos completamente enredados en los engaños de Satanás. Le pedimos a Dios que nos muestre el camino de salida (1 Corintios 10:13), que nos ayude a llevar cautivos nuestros pensamientos (2 Corintios 10:5) y que nos ayude a desechar el pecado (Hebreos 12:1-2). Le pedimos que nos dé una perspectiva correcta sobre las pruebas y que nos prepare para afrontarlas con rectitud sin sucumbir al pecado (Santiago 1:2-4; 1 Pedro 1:6-9). Le pedimos a Dios que nos rodee con Sus huestes angelicales (2 Reyes 6:16-17). Intercedemos por otros que están luchando, para que permanezcan fuertes y para que los propósitos de Dios se cumplan a través de sus luchas (Gálatas 6:1-2; Romanos 12:15). Podemos orar para que permanezcamos alerta, conscientes de nuestras propias debilidades a fin de que reconozcamos el mal cuando aparezca (Romanos 13:14; 1 Corintios 10:12).
6. "porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén".
Aunque esta conocida frase no se encuentra en los primeros manuscritos bíblicos, sigue siendo una excelente conclusión para cualquier oración. Cuando terminamos nuestras oraciones con otro recordatorio de quién es Dios, mantenemos bajo control nuestros propios deseos. Estamos diciendo: "Señor, he expresado mi corazón y mis peticiones, pero en última instancia tú eres Dios. Yo no lo soy. Quiero que prevalezca tu propósito, no el mío (Lucas 22:42). Alinea mi corazón, mi voluntad y mis deseos con los tuyos porque tus propósitos son eternos".
Así como pocas veces nos cuesta saber qué decir a alguien con quien mantenemos una estrecha relación, así tampoco nos resulta difícil saber qué orar cuando vivimos en estrecha comunión con Dios. Nuestras vidas pueden ser oraciones continuas mientras le susurramos a Dios sobre todas las cosas durante nuestro día. Si nos preguntamos por qué debemos orar, basta con mirar a nuestro alrededor. Hay un mundo perdido y roto que necesita desesperadamente nuestras oraciones. Lee la Biblia; nos dice quién es Dios y lo que desea para el mundo. Cuando empezamos a hablar con Dios sobre las cosas que a Él le importan, la oración surge de forma natural.
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