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¿Cuál es el peligro de contar chismes sobre tu pastor y su familia?
Los chismes son rumores o informaciones que se cuentan a otras personas sobre alguien. Los chismes pueden ser falsos o intencionalmente calumniosos, pero también el pasar información sobre alguien que no es negativa puede ser chisme. El chisme no sólo es un pecado que Dios aborrece (2 Corintios 12:20; Romanos 1:29; 2 Timoteo 3:3), sino que obstaculiza a la iglesia porque crea sospechas y desconfianza en los demás. El chisme puede arruinar. La mayoría de las personas son conscientes de que el chisme destruye la reputación de las personas y hace mucho daño a las relaciones, pero aun así siguen difundiendo chismes porque se sienten bien (Proverbios 26:22). El pastor y su familia son presa fácil del chisme en la iglesia, y desafortunadamente el chisme ha arruinado la unidad de una congregación y ha hecho gran daño a los ministerios de muchos pastores fieles.
Aunque la mayoría de la gente puede reconocer fácilmente algunas formas de chismorreo (" ¿oíste lo que hizo Marcos?"), la mayor parte del tiempo el chisme se infiltra en la iglesia por otros medios. Contarle a un amigo íntimo o a un grupo pequeño más información de la necesaria sobre otra persona para que puedan orar por ella podría en realidad no ser más que un chisme. Una de las formas más comunes en que el chisme se esparce por la iglesia es a través de las quejas. A veces la gente prefiere pasar el tiempo quejándose de la gente en el ministerio o de la manera en que se manejan las cosas en la iglesia que pasar el tiempo adorando a Dios en comunidad, aprendiendo sobre Dios a través de Su Palabra, creciendo en su relación con Él, y sirviendo en el trabajo del ministerio tanto dentro como fuera de la iglesia. Judas dice que este tipo de comportamiento está alimentado por deseos pecaminosos para el propio beneficio, y con frecuencia da lugar a divisiones en la iglesia (Judas 1:16). Santiago se dio cuenta del poder de la lengua, llamándola un mundo de maldad, un fuego inflamado por el infierno que mancha todo el cuerpo, cambiando el curso de la vida de las personas (Santiago 3:6). Nuestras palabras pueden hacer mucho para ayudar o perjudicar al ministerio, así que ¿qué puedes hacer para acabar con los chismes y edificar a tu pastor y a tu iglesia (Efesios 4:15-16, 25, 29)?
Dios nos llama a buscar la paz y la unidad
Pastor, anciano, diácono, líder del ministerio de niños, líder de alabanza, equipo de limpieza, líder de grupo pequeño, equipo de audio y video, participante del estudio bíblico, miembro de la iglesia-si hemos puesto nuestra fe en Jesucristo, todos somos parte de Su cuerpo. Si un miembro sufre, el resto del cuerpo sufre (1 Corintios 12:26). Cuando un aspecto del ministerio de la iglesia va bien, los demás ministerios de la iglesia pueden florecer. El cuerpo de Cristo está "bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor" (Efesios 4:16). Por eso debemos esforzarnos para apoyar a nuestros compañeros en el ministerio, y tu pastor es precisamente eso: un consiervo en el reino de Dios. Su función es diferente, pero trabaja para alcanzar el mismo objetivo que tú. En todo el Nuevo Testamento se nos insta a trabajar por la unidad en la Iglesia: "Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer" (1 Corintios 1:10). Esto descarta el chisme en todas sus formas. En lugar de eso, debemos centrarnos en amarnos los unos a los otros, "que es el vínculo perfecto" (Colosenses 3:14).
No impongas a tu pastor estándares poco realistas
Los pastores son un blanco fácil para los chismes ya que los miembros de la congregación por lo general no piensan en ellos como personas que luchan contra el pecado y las pruebas. Por el contrario, a los pastores y a sus familias se les coloca en una categoría aparte, que con frecuencia los obliga a cumplir normas cercanas a la perfección. La realidad es que los pastores y sus familias están sujetos a las mismas debilidades y tentaciones que todos los demás. Sus vidas están expuestas a presiones, tensiones y ataques espirituales a los que muchas personas ajenas al ministerio no se enfrentan. De los pastores no sólo se espera que estén ahí para sus propias familias, sino también para el resto de la congregación. Por ejemplo, cuando alguien de la iglesia está en el hospital o tiene una crisis familiar, el pastor normalmente está allí sin importar la hora del día. Esto pone presión sobre la esposa y los hijos del pastor, que tienen que estar de acuerdo con que su marido o padre se marche para atender las necesidades de otras personas en vez de estar con su propia familia. Teniendo esto en cuenta, los miembros de la congregación deben hacer todo lo posible por apoyar a su pastor y a su familia con la oración y palabras de aliento. En vez de hablar mal de tu pastor y su familia, procura apoyarle de verdad. Podrías incluso preguntarle qué cosas específicas puedes hacer para ayudarle a él y a su familia. La oración es desde luego un buen punto de partida (1 Timoteo 2:1).
Maneja los problemas reales bíblicamente
Si tu pastor peca contra ti o te enteras de una situación cuestionable que involucra a tu pastor, la Biblia establece instrucciones sobre cómo manejar esto: "Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano" (Mateo 18:15-17).
En vez de consultar a otras personas sobre el problema y, por ende, divulgar lo sucedido, acude directamente a tu pastor y háblalo con él. Lo más probable es que haya habido un malentendido, o que la situación haya sido más grave de lo que tú sabías. Independientemente de que sea así o no, no está mal que expreses con amabilidad tu preocupación a tu pastor. Lo importante es manifestar la preocupación con un corazón sincero y lleno de amor, y hacerlo directamente al pastor, en vez de andar por ahí chismorreando sobre el tema.
También es importante recordar que la mayoría de los pastores tienen un círculo de cristianos maduros en sus vidas que los ayudan a rendir cuentas. En muchos casos, no es la responsabilidad o no le corresponde a un miembro de la congregación confrontar a su pastor porque el pastor tiene personas en su vida para amonestarlo cuando sea necesario. Si no estás seguro de si tu pastor tiene este tipo de grupo de apoyo, pregúntale al respecto.
Confía en Dios sobre tu pastor
Dios les exige a los pastores un mayor estándar de vida y de juicio (1 Timoteo 3:2; Santiago 3:1). Si te preocupa que tu pastor de alguna manera no esté viviendo de acuerdo a las normas a las que Dios lo ha llamado, debes saber que Dios está manejando la situación. Dios no permitirá que un pastor lo represente mal por mucho tiempo. Ora para que tu pastor cambie su corazón y ten la certeza que Dios es quien está tomando en serio la situación. Pídele a Dios que te guíe sobre si hay algo que debas hacer, pero evita los chismes sobre tu pastor. Los chismes tienden a crear problemas donde no los había o a empeorar los que ya existen. Los chismes nunca ayudan.
La Biblia nos pide que respetemos a los líderes del ministerio. Primera de Timoteo 5:17 dice: "Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar" En vez de hablar chismes o quejarte de tu pastor y su familia, trata de ser un estímulo y un apoyo. Respeta a tu pastor y hónralo por haber decidido derramar su vida por los demás antes que perseguir sus propios objetivos. Sé amable y reconoce que tu pastor es tan humano como tú. Comparte tus preocupaciones genuinas directamente con tu pastor, como deberías hacer con cualquier otro creyente. Examina tu propio corazón delante de Dios y trata de vivir en unidad con otros creyentes. En última instancia, cada uno de nosotros es responsable ante Dios. "Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos por mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz" (Efesios 4:1-3).
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