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¿Por qué nos debe importar si Dios existe?

Preguntar por qué deberíamos preocuparnos si Dios existe es como preguntar por qué debemos preocuparnos si existe el agua o el aire. La primera razón por la que debemos preocuparnos si Dios existe es porque Él es nuestro Creador. Si el Dios trino de la Biblia no existe, tampoco existiríamos nosotros (1 Corintios 8: 6). Vivimos solo porque Él nos ha dado la vida (Juan 1: 3–4). Dios es tanto el creador como el sustentador de todos los seres vivos, incluyéndonos a usted y a mí (Génesis 1: 1–2; Colosenses 1:16). Es en Dios que "vivimos, nos movemos y existimos" (Hechos 17:28). Es Dios quien mantiene y sostiene nuestra existencia, así como la existencia de todo el cosmos (Hebreos 1: 3). El conocimiento de Dios revela la causa personal y poderosa detrás de nuestra creación y existencia continua. Sin embargo, Dios no dio una existencia mínima, sino que nos ha bendecido enormemente en como nos ha hecho (Salmo 8: 5–6; 139: 14) y en lo que nos ha provisto (Santiago 1:17; 1 Timoteo 6:17). Además, el conocer, amar, disfrutar, servir y glorificar a Dios para siempre nos proporciona el propósito de nuestra existencia (1 Corintios 8: 3; 10:31; Mateo 22: 37–40; Salmo 16: 11).

Una segunda razón por la que debemos preocuparnos si Dios existe es porque Dios es nuestro Juez (Salmo 7: 11–13; 50: 6; 58:11; Eclesiastés 12:14; Hechos 10:42; Romanos 2: 3; 2 Timoteo 4: 1; Apocalipsis 20: 11-15). Dios creó al hombre y la mujer con la capacidad de obedecerlo o desobedecerlo libremente. Dios prometió que el castigo mortal seguiría a la desobediencia (Génesis 2: 16–17). Debido a la desobediencia de Adán y Eva, hemos caído bajo la maldición del pecado y la muerte (Génesis 2:17; Santiago 1:15). Hemos heredado una naturaleza rebelde y actuamos de acuerdo con ella (Romanos 5:12). Nacemos en un estado de separación y hostilidad hacia nuestro Creador (Génesis 3: 23–24; Salmo 51: 5; Colosenses 1:21; Efesios 2: 1–3). Por lo tanto, todos somos culpables ante Dios y merecemos su justa ira (Romanos 1:18; 3:23; Colosenses 3: 5–7; Efesios 5: 6). El juicio de Dios es justo porque nos ha dado evidencia convincente de su existencia, y a través de nuestra conciencia y la ley sabemos lo correcto de lo incorrecto (lo que le agrada y disgusta a Dios) (Romanos 1: 19-21; 2: 12-16).

Por último, y ciertamente no menos relevante, debe importarnos si Dios existe porque la salvación solo se puede encontrar en Él (Salmo 3: 8). A pesar de nuestra rebelión voluntaria contra su gobierno soberano, Dios nos ha amado y ha dado a Su Hijo, Jesucristo, que muera por nuestro pecado (Romanos 5: 8). De hecho, no hay otro nombre dado a los hombres por el cual debamos ser salvos (Hechos 4:12). Al creer y recibir a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, somos perdonados de nuestro pecado porque Él sufrió la ira de Dios en nuestro lugar (Isaías 53: 5–6; Romanos 4:25). Por la fe en Cristo recibimos la justicia de Cristo y, por lo tanto, somos restaurados a una posición correcta y una relación con Dios (Romanos 3: 21–26; 4: 5). En resumen, nosotros, que éramos enemigos de Dios, nos reconciliamos con Dios a través de la fe en Cristo y Su sangre derramada (Romanos 5:10; Colosenses 1:20). Somos redimidos, justificados, adoptados, santificados y seremos glorificados por Dios nuestro Salvador (Gálatas 3:13; Romanos 5: 1; 8:30; 1 Corintios 6:11). La mayor parte de la salvación es que viviremos para siempre con Dios en la nueva tierra (cielo) en cuerpos glorificados (Apocalipsis 21: 3; 2 Pedro 3:13; Filipenses 3: 20–21). No habrá más sufrimiento, dolor o lágrimas (Apocalipsis 21: 4). Habrá amor, gozo y paz en la presencia eterna de Dios. Sin embargo, aquellos que rechazan la salvación de Dios ofrecida a través de la fe en Cristo sufrirán la ira justa de Dios y la condenación eterna (Juan 3:18).

Hay muchas más razones por las que debería importarnos si Dios existe. Sin embargo, el hecho de que Dios es Creador, Juez y Salvador debería ser razón suficiente para que a todos nosotros nos importe Su existencia y esto nos debería impulsar a examinar las verdades acerca de Él que nos han sido reveladas en la Biblia (Juan 20: 30– 31).

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