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¿Acaso el hombre creó a Dios?
El filósofo René Descartes (1596-1650), más famoso por su declaración Cogito Ergo Sum ("Pienso, luego existo"), también planteó varios argumentos para defender la existencia de Dios. Uno de sus argumentos a favor de la existencia de Dios se basa en la "idea de Dios". Un breve y sencillo esbozo de su argumento es algo así.
Tenemos ideas. Estas ideas se originan en nosotros mismos o en cosas externas a nosotros. Una idea que tenemos es la idea de Dios (un ser eterno y perfecto). Esta idea no pudo haber sido causada por nosotros porque sabemos que somos finitos e imperfectos, y ningún efecto puede ser mayor que su causa. Por lo tanto, la idea de Dios debe haber sido originada por algo externo a nosotros. La causa de la idea debe tener nada menos que las cualidades contenidas en la idea de Dios (eternidad y perfección). Sólo Dios tiene esas cualidades. Así pues, Dios debe ser la causa de la idea que tenemos de Dios. Por consiguiente, Dios existe.
Existen múltiples argumentos a favor de la existencia de Dios (teleológicos, cosmológicos, ontológicos, morales, etc.). Sin embargo, el argumento de Descartes es particularmente significativo para determinar si el hombre creó la idea de Dios. Descartes afirmaba que no sólo la idea de Dios procedía de Dios, sino que sólo podía venir de Dios y demuestra la existencia de Dios.
El famoso teólogo Juan Calvino (1509-1564) creía en lo que llamaba el sensus divinitatis ("sentido de la divinidad"). Es decir, Calvino creía que todo ser humano venía al mundo con una conciencia innata de Dios. En sus Estatutos de la Religión Cristiana, Calvino afirmó, "En la mente humana, y de hecho por instinto natural, existe una conciencia de la divinidad. Esto lo consideramos indiscutible. Para evitar que alguien pueda escudarse en el pretexto de la ignorancia, Dios mismo ha hecho que todos los hombres comprendan su divina majestad. Continuamente renueva su memoria, derramando gotas frescas una y otra vez. Por lo tanto, ya que todas las personas perciben que hay un Dios y que es su Hacedor, están condenadas por su propio testimonio porque no lo han honrado y no han consagrado sus vidas a su voluntad... Así que, al no existir, desde el principio del mundo, ninguna región, ninguna ciudad, por no decir ningún hogar, que pudiera estar sin religión, hay en ello una confesión tácita de un sentido de la deidad inscrito en el corazón de todos".
Con todo, no es necesario que nos apoyemos en las opiniones de filósofos famosos o incluso de teólogos, pues las propias Escrituras por sí mismas no guardan silencio sobre el tema, y sólo las Escrituras son las que tienen la autoridad de Dios mismo (2 Timoteo 3:16).
Romanos 1:18-20 dice: "Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa" (énfasis añadido).
Pablo afirma claramente que es Dios quien ha mostrado a la humanidad lo que se puede conocer de Él mismo. ¿Desde cuándo? Desde que creó el mundo. ¿Cómo? A través de las cosas que han sido hechas. Una ilustración de esta verdad se puede ver en el Salmo 19:1-2, que dice: "Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría". Los cuerpos celestes derraman día y noche el conocimiento de la existencia de Dios. Al contemplar el cielo nocturno, ¿no percibimos algo del impresionante poder de Dios, que ha creado todas las cosas?
No es sólo la creación, sino también la providencia la que evidencia la existencia de Dios. En Hechos 14:17 se dice: "Si bien no se dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros corazones". La bondad de Dios cuando provee a Sus criaturas da testimonio de Su existencia (Mateo 6:26). Dios no sólo crea, sino que provee a Su creación.
Por último, Dios da testimonio de Su existencia al otorgar a la humanidad la conciencia, mediante la cual tiene un sentido del bien y del mal, junto con la sensación de que, en última instancia, tendrá que rendir cuentas a Dios por sus acciones (Romanos 2:15-16). Eclesiastés 3:11 dice que Dios "ha puesto eternidad en el corazón de ellos (los hombres)".
Todo esto es lo que los teólogos llaman revelación general, y proporciona a la humanidad el conocimiento suficiente para la justa condena de Dios. ¿Por qué la condena? Pablo escribe en Romanos 1:21-25: "Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén".
La humanidad no sólo sabe de la existencia de Dios, sino que muchas veces intenta eliminar este conocimiento y se niega a adorarle, prefiriendo adorar cosas mucho menores. La consecuencia de esta negativa a adorar a Dios es la muerte (Romanos 1:32; 6:23). Es sorprendente que Dios no haya dejado a la humanidad en esta condición miserable. En Su gracia, Dios diseñó su propio plan de intercambio. ¿Cuál es este intercambio? Simplemente, nuestros pecados por la justicia de Cristo (2 Corintios 5:21). Por Su gran amor por nosotros, Dios envió a Su Hijo unigénito y amado, Jesucristo, para morir por nuestros pecados y resucitar victorioso sobre la muerte (Romanos 5:8; Hechos 10:39-40). Si creemos y confiamos en Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, Dios considera nuestros pecados perdonados gracias al sacrificio de Cristo en la cruz (Romanos 8:9-10; Colosenses 2:14). Por otra parte, Dios nos acredita la justicia de Cristo mismo, haciéndonos perfectos a los ojos de Dios (Romanos 3:21-22). Este es el glorioso intercambio del evangelio, el cual es el poder de Dios para la salvación (Romanos 1:16-17). Cristo recibe nuestro castigo y nosotros recibimos Su justicia. Cristo experimenta la muerte para que podamos heredar la vida eterna (Juan 3:36). Esto también fue idea de Dios y debemos estar eternamente agradecidos por ello.
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