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¿Acaso la encarnación es compatible con la inmutabilidad de Dios?
La inmutabilidad es la incapacidad de mutar o cambiar. Dios no cambia. Él no puede llegar a ser un mejor Dios, ni puede empeorar. Para ser Dios, debe ser perfecto. Por definición, algo que es perfecto no puede empeorar o mejorar; no puede crecer, deteriorarse o cambiar. La inmutabilidad de Dios es fundamental para Su ser. Cuando Moisés le preguntó por su nombre, Dios respondió "YO SOY" (Éxodo 3:14). Jesús utilizó esta misma frase varias veces para identificarse como Dios. Por ejemplo, en Juan 8:58, Jesús dijo: "De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy". La gente tomó piedras para arrojárselas porque entendían que Él estaba afirmando ser Dios. Sencillamente, Dios es y no puede cambiar. Entonces, ¿cómo es que Jesús pudo ser Dios y hombre al mismo tiempo? ¿Cómo puede Dios hacerse hombre? Esta es una pregunta que se ha planteado durante siglos.
En primer lugar, es importante comprender la divinidad de Jesús. Reiteradamente afirmó ser Dios cuando estuvo en la tierra. Los discípulos y otras personas llegaron a creer firmemente en la divinidad de Jesús y escribieron al respecto (por ejemplo, ver Juan 1:1-14; Filipenses 2:5-11; Colosenses 1:15-20). Por supuesto, Jesús también era completamente humano. Pasó de ser un niño a ser un hombre (Lucas 2:52) y estuvo sujeto a la debilidad humana, como por ejemplo experimentar la fatiga (Juan 4:6). También experimentó la muerte. ¿Acaso Dios soportaría eso? Probablemente no lo haría un dios que nosotros creáramos, pero el Dios verdadero sí lo hizo porque seguía Su plan soberano de liberarnos del pecado y de la muerte. La resurrección de Jesús de entre los muertos demuestra que Él es Dios y que todo lo que dijo y enseñó es verdad.
¿Fue Jesús una brillante idea que un día tuvo Dios, y por eso se puso a buscar una virgen y a preparar Su nacimiento en Belén y todas las demás respuestas a centenares de profecías sobre Él? No. Jesús estaba presente al principio de la creación, al igual que el Espíritu Santo y el Padre (Juan 17:5; Hechos 3:15; Colosenses 1:16-17).
Dios es un solo Dios, en tres personas distintas. La Iglesia solía llamar a esto el "misterio de la Trinidad". Hay misterio en la realidad de la Trinidad. Sin embargo, no hay duda de que la Trinidad ha existido siempre. No es una versión nueva de Dios; Dios siempre ha existido en tres personas.
Dios es inmutable en Su naturaleza, Su carácter, Sus propósitos y Su plan. Venir a la tierra como hombre, como Mesías, como Jesús, completamente hombre, siempre fue el plan y una parte del propósito de la persona de Jesús dentro de la Trinidad. Cuando Jesús se hizo hombre, asumió también una naturaleza humana. Su divinidad no se mezcló con Su humanidad, sino que las dos naturalezas coexisten en lo que se llama la unión hipostática. Como Dios, Jesús es inmutable. En su humanidad, pudo experimentar cambios. Por ejemplo, "crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres" (Lucas 2:52). Las grandes mentes teológicas no son capaces de explicar plenamente el misterio de la encarnación. Sin embargo, la evidencia bíblica es clara: Jesús es al mismo tiempo Dios y hombre, y Dios es inmutable.
A partir de este misterio de la encarnación se desprenden grandes verdades sobre la realidad de nuestra salvación en Jesucristo. Primera Timoteo 2:5-6 nos dice: "Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo". Como Dios, Jesús representa perfectamente a Dios para nosotros y puede pagar la deuda infinita de nuestro pecado. Como humano sin pecado, Jesús puede empatizar con nuestra debilidad y servir de propiciación por nuestros pecados y de abogado ante Dios (Hebreos 4:15; 1 Juan 2:1-2).
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