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¿Contribuimos en algo bueno a nuestra propia salvación?

Desde la perspectiva bíblica, una persona no contribuye en nada a su salvación. La salvación es simplemente un acto de fe en que Jesucristo es el Señor resucitado (Romanos 10:9), y no tiene nada que ver con las obras.

Entonces, ¿cómo puede alguien salvarse si no podemos hacer nada para ser salvos o merecerlo? En Juan 3, un líder judío llamado Nicodemo se acercó a Jesús por la noche para saber más sobre Jesús. Jesús le dijo: "De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios" (Juan 3:3). Cuando Nicodemo le preguntó de qué manera una persona podía nacer de nuevo, Jesús le explicó que Dios había hecho toda la obra: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16).

Aunque la salvación es un don gratuito de Dios, hay que recibirlo creyendo en Jesús. Nuestro pecado nos aleja de Dios (Romanos 3:23). Sin embargo, Dios ha ofrecido la vida eterna a cualquiera que crea en Él. Desde la perspectiva humana, si una persona pudiera hacer algo para ganarse su salvación, se presentarían dos problemas. En primer lugar, podría caer en la tentación de presumir y jactarse de haberse ganado el camino al cielo (Efesios 2:9). En segundo lugar, si las buenas obras pudieran ayudar a la salvación, no habría seguridad de que se hubiesen hecho suficientes buenas obras para ganar la entrada al cielo. Uno se preguntaría constantemente si ha hecho todo lo necesario. Más bien podemos descansar en la verdad bíblica de que la salvación es un regalo que se nos ofrece a cambio de nada.

Para aquellos que han creído en Jesucristo por fe, pueden tener la confianza de la vida eterna. Primera de Juan 5:13 enseña claramente: "Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios". Juan 6:37, 39-40 también dice: "Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera [...] Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero". Jesús prometió en Juan 10:27-28: "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano".

Cuando recibes un regalo, no tienes que pagar por él. El simple hecho de aceptar el regalo no es una contribución para ganárselo. Del mismo modo, la salvación es un don gratuito. Debemos recibirlo para experimentar las bendiciones de este regalo, sin embargo, el hecho de que lo aceptamos no significa que tenemos que hacer algo para ganárnoslo. Incluso la fe misma es un don de Dios (Romanos 6:23).

Las Escrituras establecen claramente que Jesús es quien ha aportado todo lo necesario para la salvación. Él ha pagado el precio de nuestra salvación en la cruz y ahora ofrece la vida eterna gratuitamente a aquellos que crean en Él por fe.

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