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¿Qué significa que Jesús por lo que padeció aprendió la obediencia (Hebreos 5:8)?
Hebreos 5:8-10 dice: "Y aunque era Hijo, [Jesús] por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen; y fue declarado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec". Para comprender plenamente las implicaciones de este pasaje, tenemos que mirar las Escrituras que lo rodean para conocer el contexto.
La epístola a los Hebreos analiza la interpretación que tenían los hebreos de las Escrituras existentes del Antiguo Testamento, en particular de la Ley de Moisés, y explica de qué manera Jesús cumplió el pacto del Antiguo Testamento e instituyó un nuevo pacto (Hebreos 8:1-13; 9:15). Como parte del nuevo pacto, Jesús es el Sumo Sacerdote eterno y perfecto (Hebreos 4-10).
Este pasaje en particular (Hebreos 5:8-10) se enmarca en un contexto más amplio que aborda las credenciales de Jesús para servir como el único Sumo Sacerdote en el cielo para todos los tiempos y todas las personas (Hebreos 4:14-5:10). Jesús no tuvo que aprender obediencia como Hijo de Dios, pero al ser plenamente Dios y plenamente hombre, sí tuvo que aprender obediencia como Hijo del Hombre. Jesús no pecó, pero aun así tuvo luchas humanas y experimentó la misma tentación que nosotros. Es importante entender que Jesús no aprendió obediencia como si no supiera obedecer, ni tampoco como si fuera propenso a la rebeldía. Más bien, Jesús aprendió en el sentido de que experimentó lo que es obedecer. Jesús fue obediente a Sus padres terrenales cuando era niño y siempre fue obediente a la voluntad del Padre durante toda Su vida (Juan 6:38; Filipenses 2:5-11).
El sufrimiento que Jesús padeció durante Su vida terrenal fue necesario para aprender obediencia. El sufrimiento de Jesús lo hizo completamente sensible a los sufrimientos y luchas del mundo, cosas que nosotros sufrimos incluso hoy día. El sufrimiento de Jesús lo calificó para ser el Sumo Sacerdote perfecto de todo el mundo, de una vez y para siempre.
La palabra griega original que se utiliza en este pasaje para "padeció" se usa comúnmente para referirse a situaciones difíciles como la persecución (1 Tesalonicenses 2:14; 1 Pedro 3:12) o la enfermedad (Marcos 5:26). Su significado también lleva implícita una transformación positiva del que sufre debido a las luchas por las que ha pasado (2 Corintios 1:3-9; Romanos 5:3). Jesús escogió soportar el sufrimiento porque ésta era la voluntad de Dios para Él mientras estuvo en la tierra. Jesús el hombre fue "hecho perfecto" por Su sufrimiento. En esta situación, la palabra "perfecto" significa "completo".
Jesús experimentó el completo espectro del sufrimiento humano y permaneció completamente obediente sin pecar, lo cual fortaleció Su calificación para ser nuestro Sumo Sacerdote para siempre: "Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos. Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos" (Hebreos 2:9-10).
Como creyentes en Jesucristo, experimentaremos sufrimiento. Cuando esto suceda, es importante que permanezcamos rendidos a Dios y obedientes a Él. Gracias a la experiencia humana de Jesús, ahora tenemos un Sumo Sacerdote que comprende cada situación por la que pasamos. Hebreos 4:14-16 dice:
"Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro".
Jesús pasó por todas las luchas que nosotros afrontamos; no es ajeno al sufrimiento. Jesús permaneció obediente a Dios, cumpliendo perfectamente la Ley del Antiguo Testamento y ofreciéndose a sí mismo como sacrificio expiatorio sin mancha por nuestros pecados. Por eso, cuando ponemos nuestra fe en Él, somos salvos del pecado, y podemos acercarnos a Él con confianza, sabiendo que encontraremos Su misericordia y gracia.
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