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¿De qué manera es Jesús nuestro abogado?
La palabra griega original para "abogado" es parakleton, que significa "ayudante, consejero o asesor". Cuando ponemos nuestra confianza en Jesús y somos salvos, Él pasa a ser nuestro abogado. También usamos defensor para referirnos a un abogado. Cuando estamos en la corte, un abogado nos da apoyo y consejo y defiende nuestro caso ante el juez. Los abogados saben cómo manejar situaciones legales complicadas con tacto y gran conocimiento.
La sangre de Jesucristo nos limpia de nuestros pecados y nos hace justos ante Dios cuando ponemos nuestra fe en Jesús. Cuando recibimos la salvación, se nos instruye a hacer morir nuestra carne y vivir por el Espíritu (Romanos 8:12-13; Gálatas 2:20). Esto no significa que no sigamos luchando con nuestros deseos carnales: no alcanzamos la perfección de Dios al pecar (Romanos 3:23). Si seguimos pecando, incluso después de conocer a Cristo y vivir en el conocimiento de Él, seguimos siendo culpables de quebrantar las normas de Dios (Hebreos 10:26; Romanos 1:21-23; 1 Timoteo 2:4).
Las buenas nuevas son que Jesús es nuestro abogado ante Dios Padre. Primera de Juan 2:1 dice: "Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo". En varios versículos, Jesús también se refiere al Espíritu Santo como nuestro abogado (Juan 14:16, 26; 15:26; 16:7).
Incluso cuando somos culpables de pecar, si nos hemos rendido a Jesucristo y lo hemos confesado como Señor de nuestras vidas, Él es nuestro abogado ante el Padre. Su sacrificio por nuestros pecados fue bueno una vez y para siempre: "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él" (2 Corintios 5:21; ver también Romanos 10:9-10). Gracias a Jesús, somos declarados "inocentes" ante el juez Dios (Romanos 8:1; Colosenses 2:14).
Esto no significa que, una vez que hemos sido salvos, no tengamos ninguna responsabilidad por nuestros propios pecados. Estamos obligados a confesar nuestros pecados al Señor. Esto muestra que tenemos un corazón humilde y arrepentido; no damos por sentado Su sacrificio: "Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios" (Salmo 51:17). Tenemos esta promesa: "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad" (1 Juan 1:9).
Jesús es nuestro abogado perfecto, porque vivió aquí en la tierra como un hombre humano. Tiene compasión de cada una de nuestras luchas porque Él también experimentó el rechazo, la tentación, el abuso y el trato injusto. Jesús vivió una vida perfecta en la tierra, lo cual lo acreditó para ser para siempre nuestro Sumo Sacerdote y abogado (Hebreos 4:15; 9:28). A diferencia de un abogado humano que tiene un conocimiento basado exclusivamente en circunstancias externas, tenemos un abogado celestial que también puede ver la condición interna de nuestros corazones (1 Samuel 16:7; Lucas 5:22; Marcos 2:8).
Jesús nos compró con Su sangre. Él es nuestro Señor, nuestro Salvador y nuestro abogado perfecto: "Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención" (1 Corintios 1:30). Este era el plan desde antes del principio del mundo, y Jesús será nuestro abogado hasta que estemos con Él en el cielo (1 Pedro 1:20-21; Juan 17:24).
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