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¿Por qué Dios no dará Su gloria a otro (Isaías 42:8)?
En Isaías 42:8, Dios dice: "Yo el Señor; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas". Dios mismo no alaba a los ídolos ni comparte Su gloria con ningún otro dios. Él no tiene un dios elegido o diseñado por Él al que adora, porque Él mismo es Dios. Entonces, ¿por qué Dios no dará Su gloria a otro? En pocas palabras, ningún otro dios construido o ser humano es, o podría ser, digno de tal gloria, y tratarlos así sería una blasfemia (1 Corintios 8:4).
En la biblia, vemos algunos ejemplos de aquellos que intentaron hacerse como Dios y fueron rápidamente destruidos en sus esfuerzos. Lucifer fue expulsado del cielo después de declarar su orgullosa intención: "sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo" (Isaías 14:14). Luego tentó a Eva y a Adán con un objetivo similar. Finalmente será arrojado al lago de fuego por la eternidad (Apocalipsis 20:7-10). Adán y Eva fueron tentados a pecar con el propósito engañoso de llegar a ser como Dios (Génesis 3:1-7). Su pecado provocó la caída de la humanidad y la realidad de la muerte (Romanos 5:12). Todos los que ponen su fe en Jesús son rescatados de las consecuencias eternas del pecado, aunque seguimos soportando su naturaleza destructiva en nuestras vidas (Romanos 8:18-30). Un ejemplo del Nuevo Testamento es el rey Herodes, que cometió un error fatal cuando trató de reclamar la gloria que pertenece a Dios: "Y un día señalado, Herodes, vestido de ropas reales, se sentó en el tribunal y les arengó. Y el pueblo aclamaba gritando: ¡Voz de Dios, y no de hombre! Al momento un ángel del Señor le hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios; y expiró comido de gusanos" (Hechos 12:21-23).
¿Cuáles son algunas de las razones por las que Dios merece toda la gloria? Para empezar, Él creó todo el universo de la nada, sólo con Su palabra, haciendo que las cosas existieran (Génesis 1; Apocalipsis 4:11). Nos creó a Su imagen y semejanza (Génesis 1:27).
Dios es omnisciente y todopoderoso. Él es el YO SOY, el Dios que siempre ha existido. Es el "bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver" (1 Timoteo 6:15-16). La gloriosa luz que irradia la presencia de Dios es tan intensa que ni siquiera los serafines celestiales pueden verla en su totalidad (Isaías 6:1-4).
Dios es perfecto y también lo son Sus caminos: "Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos" (Isaías 55:8-9). Ningún ser humano tiene derecho a presumir en la presencia de Dios (1 Corintios 1:28-29).
Lo que resulta verdaderamente increíble es considerar cómo el Dios Todopoderoso, digno de toda gloria y alabanza, ha elegido amarnos y cuidarnos. El poderoso Dios del universo participa activamente en nuestras vidas, desde que nos forma antes de nacer hasta que sigue cada día de nuestras vidas individuales mientras las vivimos aquí en la tierra. No se pierde ni un detalle. Siempre está pensando en nosotros (Salmo 139:1-18). Envió a Su Hijo Jesús para que fuera el sacrificio perfecto por nuestros pecados, a fin de que pudiéramos ser perdonados y tener una relación personal con Él (Juan 3:16; Hebreos 1:3). Jesús hizo posible que la gloria de Dios formara parte de nuestras vidas (2 Corintios 4:6).
Un Dios tan amoroso y compasivo, un Dios que es tan tierno con nosotros, merece realmente toda la gloria que podamos darle. Nos ha dado la vida y nos ha ofrecido el perdón, la salvación y el ser adoptados en Su familia. Romanos 11:36 lo dice perfectamente: "Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén".
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