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¿Qué es el continuismo?
El continuismo y el cesacionismo son dos puntos de vista opuestos sobre los dones espirituales. Pablo enumera los dones en el libro de 1 Corintios: sabiduría, ciencia, fe, sanidades, milagros, profecía, discernimiento de espíritus, hablar en lenguas, interpretación de lenguas. También se mencionan apóstoles, maestros, ayudantes y administradores (1 Corintios 12:7-11, 28). En Romanos, Pablo menciona los dones de profecía, servicio, enseñanza, exhortación, generosidad, liderazgo y misericordia (Romanos 12:6-8). El Espíritu Santo da estos dones, según lo considera oportuno, para la edificación de la iglesia (1 Corintios 12:4-6). La diferencia entre los continuistas y los cesacionistas tiene que ver con las creencias sobre cuáles dones han sido dados a la iglesia moderna.
Los continuacionistas creen que todos los dones espirituales que se mencionan en el libro de los Hechos, incluyendo los dones milagrosos (sanidades, lenguas, milagros, profecía) "continúan" una vez que el canon de las Escrituras ha concluido. Lo opuesto a este punto de vista es el cesacionismo, la creencia de que los dones de señales "cesaron" después del cierre del canon. Los cesacionistas creen que los dones espirituales de milagros que aparecen en los Evangelios y en los Hechos se dieron a los creyentes sólo durante un breve periodo de tiempo para impulsar el crecimiento de la iglesia cristiana y confirmar la legitimidad de las enseñanzas de los apóstoles. Ahora que las Escrituras han sido escritas, ya no se necesitan los dones de señales.
Un continuacionista es una persona que cree que todavía se siguen dando los dones de señales; que Dios nunca ha dejado de conceder a los creyentes el poder de sanar, hacer milagros y hablar en lenguas. Un cesacionista cree que los dones de señales han cesado, pero que los otros dones (predicación, enseñanza, sabiduría, fe, etc.) todavía existen. Ambos puntos de vista tienen defensores que llevan las cosas al extremo: los cesacionistas que creen que Dios ya no concede dones espirituales a la iglesia, o los continuacionistas que creen que la salvación de una persona está en duda sin la presencia de los dones de señales en su vida. Ninguno de estos puntos de vista es bíblico; ambos son extrapolaciones antibíblicas.
Segunda de Corintios 12:12 dice: "Con todo, las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia, por señales, prodigios y milagros". Los cesacionistas creen, basados en este versículo, que los dones de señales los recibieron los apóstoles para mostrar que su autoridad, y su mensaje, provenían de Dios. Por lo tanto, no hay razón para creer que el resto de la iglesia experimentaría los dones de señales. Los continuistas argumentan que Pablo quiso decir que otros creyentes, que la iglesia en general, experimentarían los dones de señales, cuando dijo: "quisiera que todos vosotros hablaseis en lenguas, pero más que profetizaseis" (1 Corintios 14:5). La Biblia registra casos de personas que no eran apóstoles y que realizaron señales milagrosas. Entre ellos están Esteban (Hechos 6:8) y Felipe (Hechos 8:6-7). Esto pareciera apoyar el continuismo, pero no es seguro.
El hablar en lenguas es uno de los puntos más sensibles entre los continuacionistas y los cesacionistas. Algunos cesacionistas sostienen que el don de lenguas fue dado para que el evangelio pudiera ser esparcido a aquellos que hablaban otros idiomas. Esto es coherente con el amor universal de Dios, y también tiene sentido por la necesidad de que alguien "interprete" (1 Corintios 12:30; 14:13, 27-28). Ellos dicen, basados en esta interpretación de las lenguas, que, si el don de lenguas todavía estuviera disponible para la iglesia hoy en día, los misioneros no necesitarían pasar por años de estudio de idiomas para llevar el evangelio a otras naciones. Algunos continuacionistas afirman que el hablar en lenguas es un lenguaje de oración que no tiene que limitarse a los seres humanos, y es principalmente para el propósito de la adoración. Ellos mencionan la declaración de Pablo, "Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe" (1 Corintios 13:1). En otras palabras, hablar una lengua de oración a Dios no significa nada si tu corazón no tiene amor por Dios o por otras personas. Lamentablemente, hay una tendencia a abusar y hacer mal uso de este don específico con el fin de exagerar, y la mala utilización de las lenguas se ha relacionado con la actividad demoníaca y la histeria emocional. Sin embargo, nada de esto es evidencia definitiva de que no se pueda recibir el don de lenguas, o que no se pueda usar apropiadamente.
Lo mismo ocurre con todos los dones de señales. Con frecuencia, los hombres perversos abusan, inventan o se burlan de los dones de señales, al igual que de la predicación y la enseñanza. Eso no significa que no existan, o que no ocupen un lugar apropiado en la iglesia. Tal vez en algunas áreas del mundo, por el propósito de Dios, con el fin de difundir el evangelio en lugares que no tienen Biblias, o para dar validez al mensaje de Sus siervos, se otorgan los dones de señales. En países cerrados, como Corea del Norte, por ejemplo, esto podría estar sucediendo y no lo sabríamos. El "hombre en una isla desierta" que nunca ha escuchado de Dios, tal vez ha escuchado de Dios a través de algún milagro o señal. El hecho de que no veamos estos dones en las iglesias occidentales, o que mucho de lo que vemos sea exageración e histeria, no significa que los dones hayan cesado definitivamente.
Ya sea que nos inclinemos hacia el cesacionismo o el continuacionismo, debemos tener cuidado de usar la sabiduría y no añadir o quitar nada a las Escrituras en aras de presentar un argumento o desacreditar el punto de vista opuesto. Dios nos alienta a la unidad de los creyentes (Efesios 4:3; 1 Pedro 3:8), en lugar de la discordia, y si bien no podemos tolerar que se pase por alto una verdad bíblica perfectamente clara, hay algunos asuntos que no están tan claros. En esos casos, debemos ser lo más cuidadosos posible para ceñirnos a la Biblia y no introducir nuestras opiniones donde Dios ha dejado un signo de interrogación.
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