Conocer a Jesús y comprender Su carácter es la base para aumentar nuestra pasión por Él. Al reflexionar sobre Su amor desinteresado, Su sacrificio en la cruz y las poderosas obras que realizó, nuestros corazones se acercan más a Él. Cuanto más aprendemos sobre Su bondad, misericordia y gracia, más nos sentimos obligados a amarlo a cambio. Comprender Su justicia y rectitud nos asegura que no permitirá que el mal quede impune.
Esta relación cada vez más profunda, arraigada en la comprensión de quién es Él y de lo que ha hecho por nosotros, despierta de forma natural un deseo apasionado de seguirlo y vivir para Él. A medida que pasamos más tiempo con Él, nuestro amor por Él se profundiza, lo que nos lleva a vivir más fielmente para Él y a rechazar los deseos mundanos. En última instancia, nuestra pasión crece a medida que confiamos en el Espíritu Santo, que nos fortalece y nos da poder para vivir el amor de Cristo.
La Escritura habla con frecuencia en contra de seguir nuestras pasiones pecaminosas, condenándolas en 27 lugares. Por el contrario, debemos tener una pasión santa por Jesús. El mayor mandamiento es amar a Dios con todo nuestro ser (Mateo 22:37-38). La Palabra de Dios ayuda a seguir apasionadamente a nuestro Señor. Por ejemplo, cuando leemos en los Evangelios acerca de las cosas maravillosas que Jesús ha hecho, podemos esperar naturalmente apasionarnos más acerca de quién es Él.
Saber que nuestra vida es una aventura de transformación, servicio y ansiosa anticipación de lo que Dios hará a continuación es reconfortante y vigorizante. Hay momentos en los que nos sentimos secos en nuestra fe, cuando la pasión parece distante y nuestro fuego espiritual parpadea. En esos momentos, es esencial recordar que nuestra pasión por Jesús se reaviva cuando nos centramos intencionalmente en Él, mediante la oración, la meditación de Su Palabra y la reflexión sobre la magnitud de Su amor y Su sacrificio.
A medida que nos reconectamos con Él, ya sea a través de la adoración, el servicio o simplemente pasando tiempo en Su presencia, nuestra pasión se restaura. Dios no se ha movido, y anhela que estemos cerca de nuevo. Incluso en épocas de sequía, Dios es fiel para volver a encender nuestros corazones y guiarnos de vuelta al amor vibrante que una vez tuvimos. Esto no significa que vivamos en una euforia emocional; significa que cultivamos un amor firme y profundo por Jesús, arraigado en la verdad de quién es Él y en Su fidelidad inquebrantable.