¿Qué significa orar sin cesar?

En 1 Tesalonicenses 5:15-18, Pablo escribe: "Mirad que ninguno pague a otro mal por mal; antes seguid siempre lo bueno unos para con otros, y para con todos. Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús". Los mandamientos que Pablo menciona aquí van acompañados de varios otros; son acciones y actitudes que ejemplifican la vida del cristiano.

Para que podamos entender lo que significa "orar sin cesar", examinaremos el término específico que Pablo utiliza aquí y luego exploraremos el concepto tal como se encuentra en otras partes de las Escrituras. La palabra griega traducida como "sin cesar" es ἀδιαλείπτως (adialeiptōs) que significa sin interrupción, incesantemente, o con gran cuidado y perseverancia. En otras palabras, Pablo está diciendo que debemos estar en constante oración. Pablo utiliza esta frase cuatro veces diferentes en las Escrituras, tres de ellas en esta carta a los Tesalonicenses (1 Tesalonicenses 1:2-3; 2:13; 5:17). Pablo dijo a los tesalonicenses que él y sus colaboradores (Silvano y Timoteo) recordaban sin cesar la "obra de fe" y el "trabajo de amor" de los tesalonicenses (1 Tesalonicenses 1:3). Más adelante dice que dan gracias a Dios "constantemente" porque los tesalonicenses recibieron el Evangelio como la verdadera palabra de Dios (1 Tesalonicenses 2:13). A la iglesia de Roma le escribe: "Porque testigo me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu en el evangelio de su Hijo, de que sin cesar hago mención de vosotros siempre en mis oraciones" (Romanos 1:9-10a).

Exhortaciones similares sobre la perseverancia en la oración se encuentran en todo el Nuevo Testamento. En Lucas 21, Jesús les recuerda a Sus discípulos que permanezcan vigilantes, no sea que se sientan "agobiados" por las preocupaciones de la vida. Les dijo que "permanezcan despiertos en todo momento [metafóricamente hablando], orando para que tengan fuerzas" (Lucas 21:34-36). Lucas 18:1 dice que Jesús dijo a Sus seguidores "una parábola en el sentido de que debían orar siempre y no desmayar". En el libro de los Hechos leemos que la compañía de discípulos regresó a Jerusalén después de la ascensión de Jesús; se reunieron y "todos estos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos" (Hechos 1:14). En Romanos 12:12 Pablo escribe: "gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración". Pablo dijo a la iglesia de Éfeso que estuviera "orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu" (Efesios 6:18). Aconsejó a los filipenses que no se preocuparan por nada y que oraran por todo (Filipenses 4:6). En Colosenses 4:2 Pablo escribe: "Perseverad en la oración". El Nuevo Testamento contiene muchas menciones de personas que oran, instrucciones para orar y ejemplos de oración.

En todas las Escrituras leemos de hombres y mujeres que oran a Dios. Oraron por el perdón (Daniel 9:20), por la restauración (Nehemías 1:4-11), por sanidad (Génesis 20:17), por el parto (Génesis 25:21); oraron cuando estaban angustiados (1 Samuel 1:10) y cuando se alegraron (1 Samuel 2:1-10). La oración es uno de nuestros principales medios de comunicación con Dios. Es una oportunidad para hablar con el Creador del universo y que nos escuche (por ejemplo, Jeremías 29:12-13; Salmo 66:17-20; Hebreos 4:14-16; 1 Pedro 3:12; 1 Juan 5:15).

Cuando Pablo exhorta a los tesalonicenses a "orar sin cesar" les está animando, y por tanto también a nosotros, a estar siempre en oración, buscando el consejo y la sabiduría de Dios en todos los aspectos de nuestras vidas. Fíjate en que el mandato de "orar sin cesar" se complementa con los conceptos de alegrarse y dar gracias. La oración no consiste sólo en recibir sabiduría o hacer peticiones, sino también en adorar y alabar a Dios. Lo que aquí se transmite es una actitud del corazón y una postura de oración, no una orden de estar sentados con la cabeza inclinada y los ojos cerrados todo el día. Más bien, hemos de vivir en oración continua mientras vivimos nuestras vidas conscientes de Dios y rendidos a Él. Nos comunicaremos con Él durante todos nuestros días, sabiendo que, si estamos en Cristo, Su Espíritu Santo vive dentro de nosotros y tenemos acceso continuo a Dios mediante la oración.

Sin duda, los momentos de intensa y concentrada oración son necesarios y beneficiosos. Jesús "se apartaba a lugares desiertos, y oraba" (Lucas 5:16), dándonos el ejemplo. Sin embargo, para orar sin cesar, no sólo oramos en esos momentos especiales. Cuando nos percatamos de la belleza de la creación o de la amabilidad de un desconocido, cuando nos damos cuenta de una necesidad en nuestra vida o en la de los demás, cuando tenemos que tomar una decisión o estamos en medio de una discusión, cuando nos sentamos a comer, cuando nos acostamos o nos levantamos por la mañana, cuando nos preparamos para ir a trabajar o cuando encontramos que nuestras tareas en el trabajo nos ponen a prueba, nos hacen sentir insatisfechos o nos alegran, cuando estamos en desacuerdo con nuestro cónyuge o frustrados con nuestros hijos, cuando nos sentimos con fuerzas o cuando nos sentimos enfermos, cuando decidimos qué programa de televisión ver o qué libro leer, en todas las cosas que hacemos, en todo momento, en todas las circunstancias, por todas las razones, podemos estar en comunión con Dios en la oración.

Cuando oramos sin cesar, estamos reconociendo que nuestra vida pertenece a Aquel que dio la suya para preservar la nuestra, y entregándole nuestra voluntad y nuestros deseos (Mateo 26:36-46; Romanos 8:26-30; 1 Pedro 5:6-7; 1 Juan 5:14-15). Estamos participando plenamente en el privilegio de la relación con Aquel que nos conoce por completo, nos ama con amor perfecto y nos transforma a Su imagen. Reconocemos las realidades espirituales y vivimos nuestras vidas intencionadamente en la presencia de Dios, anhelando el día en que estemos completos en Él (1 Corintios 13:8-13; Hebreos 10:19-23).



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