¿Por qué importa la obediencia a Dios?
El cuarto mandamiento nos enseña a honrar a nuestro padre y madre terrenales (Éxodo 20:12), y ese mandato se repite en Efesios 6: 1, con la instrucción adicional de "obedecer". Dios es nuestro Padre celestial, y debemos honrarlo y obedecerlo, como deberíamos hacerlo con nuestro padre terrenal. La obediencia a Dios prueba nuestra relación con Él (1 Juan 5: 2-3) y también demostramos nuestro amor y fidelidad mediante la obediencia (1 Juan 2: 3-6). Jesús dijo: "Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo he obedecido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que tengan mi alegría y así su alegría sea completa."(Juan 15: 10-11). La obediencia es un mandamiento, y está vinculado al amor y la alegría. Si nuestra fe en Dios es genuina, viviremos un estilo de vida caracterizado por la santidad, modelando el ejemplo establecido por Jesucristo. La fe y la obediencia van de la mano. Obedecemos sus mandamientos, no porque tenemos que hacerlo, sino porque lo amamos y queremos. Podemos obedecer porque, una vez que creemos en Cristo y somos salvos, somos hechos nuevos. No somos las mismas personas que una vez fuimos. Pablo escribió en 2 Corintios 5:17: "Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!".
Una y otra vez, la Biblia nos dice que Dios bendice y recompensa la obediencia. Santiago 1: 22-25 lo dice perfectamente: "No se contenten solo con escuchar la palabra, pues así se engañan ustedes mismos. Llévenla a la práctica. El que escucha la palabra, pero no la pone en práctica es como el que se mira el rostro en un espejo y, después de mirarse, se va y se olvida en seguida de cómo es. Pero quien se fija atentamente en la ley perfecta que da libertad, y persevera en ella, no olvidando lo que ha oído, sino haciéndolo, recibirá bendición al practicarla."
La obediencia también es importante porque otros miran cómo vivimos, y nuestro testimonio debe glorificar a Dios (Mateo 5:16). La obediencia de Sadrac, Mesac y Abednego llevó al rey de Babilonia a honrar al Señor (Daniel 3:28). La obediencia de Pablo y Silas en la cárcel de Filipos llevó a la salvación del carcelero (Hechos 16: 29-30).
La obediencia nos permite vivir una vida de alegría, sin vergüenza, arraigados en el Señor y confiados en nuestra esperanza eterna. Podemos ser recompensados por Dios en una miríada de formas. "Dichosos los que van por caminos perfectos, los que andan conforme a la ley del Señor. Dichosos los que guardan sus estatutos y de todo corazón lo buscan." (Salmo 119: 1-2).
La gran noticia es que Dios es misericordioso. Si no hemos estado viviendo para Él, si no hemos seguido Sus mandamientos, si hemos estado viviendo en el mundo y para el mundo, podemos ser transformados por la sangre de Jesucristo. Podemos pedir perdón a Dios, y Él lo dará. Y elegirá olvidar nuestro pecado, como si nunca hubiéramos cometido el pecado en primer lugar. Le glorifica que haga eso porque está escrito: " Este es el pacto que haré con ellos después de aquel tiempo —dice el Señor—: Pondré mis leyes en su corazón, y las escribiré en su mente». Después añade: ‘Y nunca más me acordaré de sus pecados y maldades’ "(Hebreos 10: 16-17).
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