Probablemente, la oración más pronunciada en el cristianismo es el Padrenuestro de Mateo 6:9-13: “Padre nuestro que estás en los cielos, / Santificado sea Tu nombre. / Venga Tu reino. / Hágase Tu voluntad, / Así en la tierra como en el cielo. / Danos hoy el pan nuestro de cada día. / Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores. / Y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del mal. / Porque Tuyo es el reino y el poder y la gloria para siempre. Amén”.
¿Por qué tenemos que pedir a Dios que no nos deje caer en la tentación cuando está claro que Él mismo no nos tienta? Esta oración es un clamor para que Dios nos guíe y nos proteja de situaciones en las que de otra manera seríamos tentados a pecar. Es una súplica para que nos libre del mal y nos muestre el camino de salida (1 Corintios 10:13). Dios desea hacernos santos como Él es santo; Él no nos hace fracasar.
¿Por qué tendríamos que pedirle a Dios que se abstenga de hacer algo que Él no haría? Nuestra oración a Dios para que “no nos deje caer en la tentación” es una súplica a Dios para que nos proteja, para que nos guíe ante situaciones y circunstancias que pueden atraernos a una acción impía. Podemos interpretarlo como si Jesús nos enseñara a orar para que Dios no permita que seamos tentados. Ciertamente, Dios nunca autorizará la tentación de pecar, pero sí la permite.
Aunque sabemos que Dios es fiel para proporcionarnos una salida de la tentación si la aceptamos (1 Corintios 10:13), nuestra oración es a menudo para que Él nos mantenga alejados de ella. Hay ciertos lugares, personas y circunstancias que parecen ser peligrosos para nosotros, en términos de interrumpir nuestro deseo de honrar a Dios. Le pedimos a Dios que nos ayude a mantenernos despejados y a poner nuestros ojos en Él para no caer en la tentación de desviarnos. Necesitamos Su sabiduría y Su guía.
Nuestra oración es que nos sometamos a la voluntad de Dios. Al ceder el control a Dios, le pedimos que nos mantenga protegidos (“líbranos del mal”) y nos dé la fortaleza que necesitamos si la tentación está permitida.