¿Qué es más importante, la muerte de Jesucristo o Su resurrección?
La muerte de Jesús por los pecados del mundo y Su resurrección de entre los muertos son igualmente importantes. De hecho, son mutuamente dependientes. Sería imposible que Jesús hiciera un acto sin el otro y aun así recibir legítimamente el nombre de Cristo. Algunas personas piensan equivocadamente que Cristo es el apellido de Jesús, cuando en realidad es un título. Es un título lleno de significado profético y escatológico. Cristo significa "Mesías" o "el Ungido" y ninguno de los dos términos se podría aplicar a Jesús si SOLO muriera, o SOLO resucitara. Para ser Cristo, debió haber hecho ambas cosas. Mirando cada acto a su vez nos ayudará a ver por qué ocurre esto. Primero, si Jesús solo murió y no resucitó entonces la Palabra de Dios ha fallado, Jesús es un falso profeta, y todavía estamos viviendo bajo la justa condenación de Dios. Jesús predijo Su propia resurrección (Mateo 17:22-23). Si Jesús no resucitó de entre los muertos, entonces nuestra fe es vana y seguimos en nuestros pecados. El apóstol Pablo aborda específicamente este tema cuando reprende a aquellos en la ciudad de Corinto que afirman que no hay resurrección de entre los muertos (para ninguno).
En 1 Corintios 15:12-19, Pablo (bajo la inspiración de Dios el Espíritu Santo) afirma: "Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres".
En segundo lugar, es prácticamente imposible resucitar sin haber muerto antes. Obviamente, nadie puede resucitar de entre los muertos sin haber muerto antes. Sin embargo, si Jesús muriera (pero no por nuestro pecado) y luego resucitara de entre los muertos, no nos beneficiaríamos para nada de Su resurrección. Tal resurrección revelaría Su poder sobre la muerte, pero no satisfaría la justa ira de Dios hacia nosotros. Al no haber sufrido Jesús en nuestro lugar y, por tanto, no haber pagado la pena que merecen nuestros pecados, tendríamos que sufrir y pagar la pena nosotros mismos (Romanos 6:23). Esto significa que seguiríamos condenados. Así que, desde cualquier punto de vista que se mire, ya sea que se elimine la muerte expiatoria sustitutiva de Jesús a nuestro favor o se elimine Su resurrección de entre los muertos, permaneceríamos en el mismo estado trágico. Es decir, permaneceríamos "en nuestros pecados" lo que significa que permaneceríamos bajo la justa condenación de Dios, esperando Su justo castigo. En otras palabras, estaríamos esperando sufrir los tormentos eternos del infierno.
Gracias a Dios, de manera asombrosa y con toda gracia, este no es el caso. A medida que continuamos leyendo 1 Corintios 15, Pablo revela la verdad de Dios con respecto a quién es Jesús (es decir, el Cristo). Jesús es el Salvador de todos los que creen en Él, que confían en Su muerte sacrificial para el perdón de los pecados y en Su gloriosa resurrección de entre los muertos para la vida eterna (1 Timoteo 4:10; Efesios 1:7; Juan 11:25).
Retomando donde dejamos a Pablo, en 1 Corintios 15:20-22, continúa: "Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados".
Jesucristo murió como propiciación por nuestros pecados (aplacando la justa ira de Dios contra nosotros por nuestros pecados y cancelando la deuda que teníamos por nuestro pecado) (1 Juan 2:2; Colosenses 2:14). Jesucristo resucitó de entre los muertos para confirmar que Él es quien dijo ser. Su resurrección es la prueba de que, de hecho, es el Hijo de Dios y de que es Aquel a quien el Padre prometió enviar (Hechos 13:32-36). Su resurrección también es la base de nuestra resurrección futura. Puesto que Él resucitó, podemos esperar nuestra propia resurrección (Filipenses 3:20-21).
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