El monofisitismo proviene de las palabras griegas mono, que significa “solo”, y physis, que significa “naturaleza”. Esta creencia enseña que Jesús tuvo una naturaleza única y combinada durante Su vida en la tierra. Contrasta con el diofisitismo, la creencia de que Jesús tiene dos naturalezas distintas: completamente humana y completamente divina.
El monofisitismo fue rechazado en el Concilio de Calcedonia en el año 451, donde se afirmó la doctrina de la unión hipostática, que declara a Jesús como plenamente Dios y plenamente hombre en dos naturalezas distintas. Uno de los principales defensores del monofisitismo fue Eutiques, que enseñaba que la naturaleza divina de Jesús superaba o absorbía Su naturaleza humana. Sin embargo, este punto de vista fue condenado oficialmente en el Sexto Concilio Ecuménico en 680-681. Bíblicamente, la idea de que Jesús tenía una sola naturaleza es incorrecta. Las Escrituras revelan que Jesús experimentó tanto una naturaleza humana como divina durante Su vida terrenal (Juan 6:38; Hebreos 4:15).
El monofisitismo fue rechazado porque socava la plenitud tanto de la humanidad como de la divinidad de Jesús. Para ti, como creyente de hoy, comprender que Jesús tenía dos naturalezas distintas —humana y divina— refuerza la verdad de que Él puede representar plenamente a la humanidad y ofrecer el poder divino para redimirte. Jesús comprende la debilidad y el sufrimiento humanos y, al mismo tiempo, es plenamente Dios, capaz de proporcionar la salvación (Hebreos 4:15).
Aceptar este punto de vista bíblico te ayuda a ver a Jesús como el mediador perfecto entre Dios y la humanidad. La afirmación del monofisitismo de que las naturalezas humana y divina de Cristo se funden en una única naturaleza disminuye la importancia de Su plena humanidad y divinidad. Esta perspectiva puede llevar a malentendidos sobre la naturaleza de la redención y el papel de Cristo en tu vida. Si Jesús fuera solo un ser divino sin la experiencia completa de la humanidad, no podría empatizar con tus luchas ni representarte genuinamente ante Dios. Esta falta de dualidad obstaculizaría tu comprensión de la gracia y la salvación, ya que es a través de Su humanidad que Él modela cómo vivir rectamente mientras que también proporciona el poder para redimirte del pecado (1 Juan 2:1). Adoptar la visión ortodoxa de las dos naturalezas de Cristo refuerza tu fe, asegurándote que tienes un Salvador que comprende plenamente tu experiencia humana y, al mismo tiempo, posee la autoridad para conceder la vida eterna.