¿De qué manera vemos la mano de Dios moverse en nuestras vidas?
La mano de Dios siempre se está moviendo, es decir, siempre está actuando, en nuestras vidas porque Dios es soberano sobre toda la vida. El hombre puede hacer planes, pero es Dios quien decide sus pasos (Proverbios 16:9). El reino soberano de Dios llega desde el nacimiento y la caída de los reyes y las naciones hasta la misma numeración de nuestros días y los cabellos de nuestra cabeza (Proverbios 21:1; Job 12:23; Salmo 47:8; Salmo 139:16; Mateo 10:30). En la vida de un cristiano, la mano de Dios no sólo está en constante movimiento, sino que siempre se mueve para el bienestar final del creyente. Esto no significa que todas las cosas que le suceden al creyente sean buenas en sí mismas, sino que Dios obra todo para bien (Romanos 8:28). Esto puede ser difícil de entender hasta que uno entiende que el bien final para un creyente no es la comodidad terrenal externa, sino el conformarse internamente a la imagen de Jesucristo (Romanos 8:29).
Dos de las principales formas en las que podemos ver la mano de Dios moviéndose en nuestras vidas son a través de Su Palabra y Su Espíritu. La Palabra de Dios aplicada por el Espíritu de Dios es la forma en que se desarrolla nuestra fe, regeneración y crecimiento en la gracia (Romanos 10:17; Juan 3:8; 2 Timoteo 3:16-17). Es a través de la predicación del evangelio y el poder del Espíritu que Dios se mueve con más fuerza en nuestras vidas para salvarnos (Romanos 1:16). Es por Su Palabra y Espíritu que somos llamados, justificados, adoptados, santificados, y un día seremos glorificados (Romanos 8:15; Romanos 8:30; 1 Corintios 6:11).
La mano de Dios también actúa en las pruebas, tentaciones y dificultades de nuestra vida (Santiago 1:2-4). Él usa estas dificultades de la misma manera que un refinador de oro usa un horno, para eliminar las impurezas (1 Pedro 1:6-7). Dios disciplina a Sus hijos con amor para que alcancen la santidad (Hebreos 12:6-11). Dios nos disciplina para que aprendamos Sus caminos y aprendamos a depender de Él (Salmo 119:67), que es nuestro bien final.
Para resumir, podemos ver la mano de Dios moviéndose en nuestras vidas cuando el Espíritu de Dios abre nuestros corazones y mentes a la verdad de Su Palabra. Podemos ver la mano de Dios en Sus bendiciones, incluso en las aguas profundas del dolor y en las pruebas de fuego del sufrimiento. Finalmente, podemos ver la mano de Dios moviéndose con más claridad cuando vemos a Su Hijo, Jesucristo, quien ha sido revelado a aquellos que aman a Dios. Porque Jesucristo es el resplandor de la gloria de Dios y el reflejo exacto de Su naturaleza (Hebreos 1:3), y es a través de Jesús que Dios nos habla hoy (Hebreos 1:2).
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