La ley natural enseña que los seres humanos tienen un sentido inherente del bien y del mal. La Biblia reconoce este orden moral y lo utiliza para subrayar la importancia de elegir el bien y evitar el mal, como se ve en los Diez Mandamientos y en las enseñanzas de Jesús. Romanos 1 afirma que la propia naturaleza revela la existencia de Dios y que el culto a Dios es un imperativo moral.
La ley natural también promueve el orden en la sociedad, lo que implica la obediencia a la autoridad y el respeto a las buenas costumbres. Aunque la ley natural revela la forma moral de vivir, no puede explicar por qué la humanidad está rota ni cómo arreglarlo, que es donde la revelación de Dios y la salvación a través de Jesucristo se vuelven esenciales.
Santo Tomás de Aquino vinculó la ley natural a la ley divina, afirmando que la ley natural es una participación en la ley eterna, que es el plan racional por el que se ordena toda la creación. Aquino creía que el principio fundamental de la ley natural es que los seres humanos deben hacer el bien y evitar el mal.
Cuando Thomas Jefferson escribió: “Sostenemos que estas verdades son evidentes por sí mismas…”, se refería a la ley natural. Jefferson consideraba que la igualdad del hombre y la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad (propósito y sustento) nacían directamente de la naturaleza de la humanidad. Las leyes civiles se derivan de la ley natural. Las leyes naturales son algo vagas (los ciudadanos deben estar seguros), por lo que los gobiernos desarrollan leyes civiles más específicas (los criminales violentos serán perseguidos).
La ley natural y la conciencia están estrechamente relacionadas porque ambas tratan de tu sentido inherente del bien y del mal. La ley natural proporciona normas morales universales, mientras que la conciencia es la conciencia interna que te guía para reconocer y responder a estas verdades morales. En esencia, la conciencia actúa como una brújula interior personal, moldeada por los principios de la ley natural, pero que puede verse influida por las experiencias personales, la cultura y las elecciones.
La ley natural revela la forma correcta de vivir y, como tal, también revela que los hombres no viven así. Muestra que algo está roto, que hay un problema. Pero la ley natural no puede explicar por qué se ha roto el orden. No puede decirte cuál es el problema (el pecado) ni cómo surgió. Para eso, necesitas la revelación especial de Dios, Su Palabra. La Biblia enseña la necesidad absoluta de la gracia de Dios y de Su plan de salvación. El único nombre por el que puedes salvarte es el nombre de Jesucristo: “En ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos”.