¿Por qué es importante huir de la tentación?

El pecado comienza como un pensamiento o tentación antes de que se manifieste plenamente hasta convertirse en un pecado. Huir de la tentación significa que huimos del pecado antes de llegar a cometerlo. Dios no nos tienta a pecar. Por el contrario, "cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte" (Santiago 1:13-15). Por esta razón, Jesús exhortó a Sus discípulos a: "Orad que no entréis en tentación" (Lucas 22:40; ver también Mateo 6:13 y 26:41). Huimos de la tentación para no entrar en el pecado.

Muchas veces, huir de la tentación comienza en nuestra propia mente. Se nos enseña a pensar de esta manera: "Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad" (Filipenses 4:8). No debemos hacer nada para satisfacer los deseos pecaminosos de nuestra carne, y esto incluye el hecho de tener la puerta abierta para ser tentados por el pecado (Romanos 13:13-14; Tito 2:11-14).

A veces, huir de la tentación es un acto físico real. Lo vemos en la historia de José cuando la esposa de su jefe, Potifar, le hizo insinuaciones sexuales indebidas. José "no escuchándola él para acostarse al lado de ella, para estar con ella" (Génesis 39:10). José era sabio en cuanto a sus límites, y aun así, ella siguió intentándolo. Finalmente, un día: "ella lo asió por su ropa, diciendo: Duerme conmigo. Entonces él dejó su ropa en las manos de ella, y huyó y salió" (Génesis 39:12; ver también 1 Corintios 6:18-20). Este es un impresionante ejemplo de lo que es huir de la tentación, y también muestra la persistencia con la que el Diablo intentará tentarnos, incluso cuando hagamos todo lo posible por no dejarnos tentar (1 Pedro 5:8). Santiago 4:7 dice: "Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros".

Cuando vemos que un desastre natural, como un incendio forestal o un huracán, viene hacia nosotros, huimos. ¿Cuánto más deberíamos huir cuando vemos que la tentación viene a atacar nuestra alma? No podemos poner nuestra confianza en nuestra fuerza humana para resistir la tentación; nuestra confianza y fortaleza están en Cristo, y Él nos da los medios necesarios para huir de la tentación (1 Corintios 10:13; Gálatas 5:16; Efesios 6:10-18). Jesús mismo resistió la tentación, así que puede identificarse personalmente con nuestras luchas (Hebreos 2:18).

Cuando huyamos de la tentación, debemos correr hacia Dios y buscar lo que es de Dios: "la justicia, la fe, el amor y la paz" (2 Timoteo 2:22). Cuando no huimos de la tentación y caemos en el pecado, debemos volver inmediatamente nuestra mirada a Cristo en arrepentimiento, buscando Su perdón: "Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro" (Hebreos 4:15-16; ver también 1 Juan 1:9). Es un verdadero acto de sabiduría ver venir la tentación y, en vez de optar por entretenerla, decide huir de ella (Proverbios 22:3-5; Gálatas 6:9).



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