La Biblia presenta el relato de Adán y Eva como un hecho histórico. El relato incluye su creación y caída, la promesa de un Salvador y una descripción de sus primeros descendientes. El relato literal de Adán y Eva sienta las bases para comprender a la humanidad; en particular, nos ayuda a entender por qué necesitamos un Salvador y demuestra la intención de Dios de llevar a cabo ese rescate. Jesús afirmó la realidad histórica de Adán y Eva, en parte haciendo referencia a hechos históricos como el asesinato de Abel y citando el Génesis en relación con el matrimonio. Las epístolas del Nuevo Testamento se refieren a Adán y Eva como seres humanos literales. Romanos 5:12 vincula el pecado de Adán con la introducción del pecado y la muerte en el mundo, reforzando la base histórica del papel de Adán en la teología cristiana y el plan de redención de Dios. Eliminar partes de la Biblia, como la historia de Adán y Eva, debilita la coherencia de toda la narrativa bíblica, incluida la genealogía de Jesús que se remonta hasta Adán en Lucas 3:23-38. Un sistema de creencias tan selectivo corre el riesgo de transformar la Biblia de una verdad divina a un texto subjetivo, erosionando su autoridad y desbaratando doctrinas cristianas fundamentales.
Cuando una persona decide empezar a eliminar parte de la verdad de la Biblia, pone en tela de juicio toda la verdad de la Biblia. Tomemos como ejemplo Lucas 3:23-38. Allí, Lucas traza la genealogía de Jesús desde José hasta Adán, estableciendo un vínculo histórico y teológico entre Jesús y toda la historia bíblica desde la creación en adelante. ¿Cuál de esas personas debería entonces ser eliminada por considerarse irreal? Al cuestionar la realidad de Adán y Eva o de cualquier otra figura histórica de este linaje, debilitamos la coherencia de la narrativa bíblica y las verdades fundamentales que sustenta. La genealogía es más que una lista; conecta a Jesús con un linaje que confirma el desarrollo progresivo del plan redentor de Dios. Eliminar cualquier parte de esta genealogía es cuestionar la autenticidad de todo el relato bíblico. Además, rechazar partes de la Biblia la transforma de ser una revelación inspirada por Dios a ser un texto subjetivo abierto a la interpretación personal. El relato de Adán y Eva, por ejemplo, es fundamental para comprender el pecado original y la necesidad del sacrificio de Cristo. Al elegir qué creer, corremos el riesgo de crear una religión personalizada que da prioridad a las preferencias humanas sobre la verdad divina. Esta creencia selectiva erosiona la autoridad de la Biblia y trastorna los fundamentos teológicos del cristianismo. Esto desplaza el papel de la fe: en lugar de una sumisión humilde a la revelación completa de Dios, se convierte en un proceso de ajustar las Escrituras a nuestras creencias personales, comprometiendo así el poder transformador y la coherencia de la fe cristiana.