¿De qué manera Jesús trae gozo al mundo?
Jesús trae gozo al mundo. Después de Su nacimiento, un ángel se apareció a un grupo de pastores cerca de Belén y proclamó: "No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor" (Lucas 2:10-11). ¿De qué manera Jesús trae gozo al mundo? Dios nos creó para tener una relación con Él. Cuando el pecado entró en el mundo nos separó de nuestro Creador, dejando un vacío en nuestras almas. Desde ese día, todos los seres humanos han buscado algo que llene el espacio que sólo Dios puede llenar. Dios prometió un Salvador que restauraría la relación del ser humano consigo mismo, incluso cuando les describió a Adán y Eva las devastadoras consecuencias de su pecado (Génesis 3). Posteriormente, Dios llamó a Abraham de su país y le prometió una tierra y una numerosa descendencia. Y, lo que es más importante, el Salvador del mundo procedería del linaje de Abraham (Génesis 12:1-3). Al pueblo de Abraham se le conoció como los israelitas. A través de Moisés, Dios dio a los israelitas varias leyes sobre cómo adorarle y cómo relacionarse con Él. Éstas eran una sombra de la expiación completa que Dios ofrecería a través de Jesucristo.
Aunque Dios estaba presente con los israelitas, manifestándose incluso físicamente en el tabernáculo del campamento israelita, un enorme velo separaba al pueblo de Su presencia. Cuando Salomón construyó el templo, un velo seguía separando al pueblo de la presencia de Dios. Sólo el sumo sacerdote podía entrar a través del velo en el lugar más íntimo, el Lugar Santísimo, y eso sólo una vez al año en el Día de la Expiación. El pueblo tenía que sacrificar animales continuamente para expiar sus pecados y una y otra vez caía en sus hábitos pecaminosos. Finalmente, Dios guardó silencio.
Cuando nació Jesús, el pueblo judío llevaba 400 años sin tener noticias de Dios. Esperaban pacientemente al Mesías prometido que les libraría de sus enemigos. Los que reconocieron a Jesús como el Mesías se llenaron de gozo. María alabó a Dios porque había concebido en ella al niño por obra del Espíritu Santo, reconociendo su necesidad de salvación y la provisión divina a través de Jesucristo, a quien tuvo la bendición de dar a luz (Lucas 1:46-55). Después de ver al niño Jesús cuando lo llevaron al templo para presentarlo al Señor de acuerdo con la ley mosaica, Simeón pudo morir en paz sabiendo que Dios había traído la salvación al mundo (Lucas 2:22-35). Durante la misma visita, la profetisa Ana comenzó a profetizar sobre Jesús a todos los que estaban en el templo (Lucas 2:36-38). Jesús trajo gozo. Este gozo no era sólo para María, Simeón y Ana, sino para el mundo. Jesús no vino a luchar contra la carne y la sangre, sino a rescatarlos a ellos, y a todos los que creyeran en Él, de la muerte espiritual del pecado (Juan 3:16-18). Esto es gozo para el mundo.
En la práctica, Jesús trajo gozo a las personas con las que interactuó durante su corta vida en la tierra. Durante sus tres años de ministerio público sanó a la gente dondequiera que iba. Jesús ayudó a los ciegos a ver y a los cojos a caminar. Limpió a la gente de enfermedades y resucitó a algunos de entre los muertos. Expulsó demonios y amó a los marginados de la sociedad (Mateo 15:29-31). En una ocasión, Jesús curó a diez leprosos que le pidieron que tuviera compasión de ellos. La lepra es una enfermedad contagiosa y degenerativa; por lo tanto, los leprosos tenían que abandonar a sus familias y vivir fuera de la sociedad, consumiéndose lentamente. Imagínate qué gran gozo debieron experimentar estos leprosos al ser completamente sanos de su enfermedad. Uno de los diez comprendió realmente lo grande que se había hecho por él y alabó a Dios, cayendo a los pies de Jesús y dándole gracias (Lucas 17:11-19). Realmente experimentó el gozo del Señor. Jesús trajo gozo al mundo en el que vivió.
Jesús es el gozo del mundo. Pedro explica: "a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso; obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas" (1 Pedro 1:8-9). Cuando murió en la cruz, el velo del templo se rasgó en dos. El pecado que había separado a la gente de Dios había sido vencido. Cualquiera que pida perdón a Jesús queda limpio de sus pecados. El Espíritu Santo llena el gran vacío en su ser y se reconecta con Dios. Recibe el don de la salvación eterna y el cielo se regocija porque otra alma se salva (Juan 3:16-18; Lucas 15:7). La buena nueva de la salvación en Jesucristo, y la realidad de esa salvación, es un gran gozo para el mundo.
Nos gozamos conociendo a Jesús y siguiendo Sus mandamientos en esta vida (Juan 15:1-11; Filipenses 2:12-13). Jesús también nos da gozo en la esperanza de la eternidad con Él. Durante la fiesta de la Pascua con Sus discípulos, Jesús prometió prepararles un lugar en el cielo y regresar para traerlos con Él (Juan 14:2-3). Cuando estamos en Jesucristo, podemos gozarnos en medio del sufrimiento de este mundo sabiendo que Jesús ya ha vencido a la muerte y que un día volverá de nuevo para llevarnos a Su reino (Santiago 1:2&4; 1 Pedro 1:3-9; Filipenses 4; Juan 16:33). El gozo, a diferencia de la felicidad, no depende de nuestras circunstancias. Más bien es la evidencia de un alma que se reúne con su Creador y confía en la promesa de que un día terminará el sufrimiento. Porque, así como Jesús soportó la cruz con los ojos puestos en el gozo delante de Él, también nosotros podemos soportar las dificultades de este mundo gracias al gozo que vive dentro de nosotros (Hebreos 12:2). "Porque el gozo del Señor es vuestra fuerza" (Nehemías 8:10).
Jesús ha traído gozo al mundo. Como Sus seguidores, nosotros también podemos llevar gozo al mundo compartiendo las buenas nuevas de la salvación en Cristo y viviendo en fiel y confiada obediencia a Él, sabiendo que Aquel en quien hemos puesto nuestra esperanza es sin duda fiel (Filipenses 1:6; Efesios 1:11-14; 2 Timoteo 2:11-13; Hebreos 13:8).
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