La esperanza en la Biblia es una seguridad de quién es Dios y de que lo que Dios dijo sucederá a pesar de las circunstancias. No es una ilusión. Como Dios es eterno, perfectamente bueno y todopoderoso, podemos confiar en lo que dice y en Su carácter. Afortunadamente, los cristianos tenemos esperanza porque podemos oír la voz de nuestro buen Pastor y seguirle (Juan 10:27). Como seguidores de Jesús, podemos tener esperanza en quién es Dios y en lo que Él ha dicho en Su Palabra: ante todo, que somos salvos eternamente por la fe y no por nuestras propias obras (Efesios 2:8-9). Cuando atravesamos una pena, un dolor, una decepción u otras dificultades, es importante que nuestra esperanza nazca de nuestra relación con Dios y no de esperar un resultado determinado (1 Tesalonicenses 4:13). A diferencia de los demás, la esperanza del cristiano es eterna y "viva" (1 Pedro 1:3-5).
La palabra esperanza puede definirse como "un sentimiento de expectación y deseo de que ocurra algo determinado" y es una de las emociones humanas más preciadas. Dante, escritor de la Divina Comedia, imaginó un letrero sobre las puertas del infierno que decía "Abandonad la esperanza todos los que entréis aquí". Bíblicamente hablando, el infierno es un lugar donde no hay esperanza porque la oportunidad de salvación en Cristo ya no es una opción. Para los cristianos, nuestra esperanza es una "esperanza viva" que espera un final glorioso (1 Pedro 1:3-5). Esta esperanza viva también influye en la forma en que vivimos con esperanza ahora. Podemos confiar activamente en las promesas de Dios y dejar que esa confianza modele nuestra vida cotidiana. Eso significa perseverar en los desafíos con la confianza de que Dios tiene el control (Romanos 8:28), orar con expectación porque creemos que Dios escucha y responde (1 Juan 5:14-15), y adorar incluso en tiempos difíciles, sabiendo que nuestro futuro final está asegurado (Habacuc 3:17-19). Podemos vivir animando a los demás con la esperanza que tenemos en Cristo (1 Tesalonicenses 5:11), agradeciendo la fidelidad de Dios en el pasado y viviendo con valentía el presente porque nuestra esperanza está anclada en la eternidad (Hebreos 6:19). Vivir con esperanza transforma nuestra manera de afrontar las pruebas, las relaciones y las oportunidades que Dios nos presenta cada día. Tenemos una esperanza sólida, que depende de la bondad y la fortaleza de nuestro Pastor.