¿De qué manera Dios otorga los dones espirituales?

Está claro que cada creyente tiene al menos un don espiritual. Primera de Corintios 12:6-7 dice: "Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho".

Este mismo pasaje enseña que los dones espirituales se dan para el bien común. En otras palabras, se comparten los dones según lo que mejor ayude al cuerpo de Cristo en general, y no para la superación personal de cada persona. Los dones espirituales se otorgan para servir a los demás.

Nadie tiene todos los dones espirituales. Primera de Corintios 12:8-11 dice que a una persona se le da cierto don, y a otra persona se le da un don diferente. Un creyente puede tener más de un don espiritual, pero ningún creyente tiene todos los dones.

¿De qué manera Dios decide cuál don va a dar? ¿Me dará Dios los dones que yo quiera? Primera de Corintios 12:31 dice: "Procurad, pues, los dones mejores". ¿Acaso esto significa que debo buscar dones complementarios?

En parte, la respuesta se encuentra en los versículos que siguen a 1 Corintios 12:31. Pablo dice: "Mas yo os muestro un camino aun más excelente" para concluir el capítulo 12, seguido de un capítulo sobre el amor en 1 Corintios 13. En 1 Corintios 14 se habla de la profecía y de hablar en lenguas (o idiomas) como dos dones importantes por la capacidad que tienen de llegar a los incrédulos y de ayudar a crecer a los creyentes.

Una visión general de estos capítulos revela que el apóstol Pablo enseñó que el amor era el camino más excelente que todos los creyentes debían buscar. Además del amor, Dios da dones espirituales para ayudarse unos a otros en la iglesia y para alcanzar a los que están fuera de la iglesia. Y concluye: "pero hágase todo decentemente y con orden" (1 Corintios 14:40). Tanto la demostración del amor cristiano genuino como la práctica de los dones espirituales en las reuniones de la iglesia se deben llevar a cabo con el respeto y el orden que honran a Dios y ayudan a los demás.

Una última observación nos ofrece un análisis profundo del cuidado de Dios al otorgarnos ciertos dones y habilidades. Cuando Dios llamó al profeta Jeremías para que le sirviera, le dijo: "Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones" (Jeremías 1:5). Aunque este pasaje fue escrito específicamente para Jeremías, Dios también nos preparó antes de nacer para servirle de una manera particular (ver el Salmo 139 y Efesios 2:10). No tenemos por qué comparar nuestros dones o capacidades con los de los demás. Estamos llamados a crecer en el amor y a servir según Su voluntad con las capacidades que Él nos ha dado.



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