¿Qué es la disciplina de la iglesia / excomunión?
En el Monte Sinaí, Dios le dio a Moisés una larga lista de leyes. El propósito de esas leyes era apartar al pueblo de Israel para que fuera santo, y hacer de Israel una nación que siguiera y temiera a Dios. La ley también incluía castigos específicos para aquellos que quebrantaran la ley. Estos incluían castigos tales como la restitución económica, la expulsión de la adoración en grupo, el castigo físico, e incluso la muerte. Las instrucciones de Dios para la iglesia son similares, pero en un contexto diferente. La iglesia no tiene la autoridad para hacer cumplir una ley o castigar un delito como lo tiene una autoridad de gobierno civil. La iglesia solo tiene la autoridad de disciplinar dentro del contexto del cuerpo de la iglesia. La iglesia y sus miembros están llamados, al igual que Israel, a apartarse y seguir las normas de Dios. Sin embargo, el castigo por la desobediencia es una disciplina que aumenta gradualmente dentro de la iglesia, y tiene como resultado el ser excluido de la confraternidad y de la comunicación.
En Mateo 18:15-20, Jesús da las pautas para confrontar a un hermano en Cristo sobre una ofensa. En primer lugar, el ofendido debe hablar a solas con el ofensor, explicándole la situación y lo incorrecto de la acción. Si el ofensor se muestra displicente y no se arrepiente, la persona ofendida debe volver con uno o dos testigos. Es de esperar que el ofensor se arrepienta y pida perdón, pero si no es así, la situación se pondrá en conocimiento de toda la iglesia. El último recurso es que la iglesia trate al ofensor como "gentil y publicano" (Mateo 18:17).
Este es el único sistema para la disciplina de la iglesia que ofrece el Nuevo Testamento. La Biblia no dice que hay que humillar al ofensor desde el púlpito, ni que hay que contar chismes de él, repudiarlo o incluso rechazarlo fuera de la iglesia. El castigo más severo que una iglesia puede dar es remover al ofensor de la comunión y tratarlo como alguien fuera de la comunidad, como si fuera un incrédulo. ¿Cómo debemos tratar a los no creyentes? Aunque no debemos tener una relación estrecha con ellos (2 Corintios 6:14; Proverbios 12:26), debemos llevarlos a Cristo (Hechos 26:18), orar por ellos (Santiago 5:16) y corregirlos con gentileza (2 Timoteo 2:24-26).
Las cartas de Pablo a la iglesia de Corinto dan testimonio del poder de la disciplina en la iglesia. En 1 Corintios 5:1-5, Pablo confronta a la iglesia por permitir que uno de sus miembros permaneciera en la comunión mientras vivía en adulterio con la esposa de su padre. Pablo ordenó que el hombre fuera entregado "a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús" (1 Corintios 5:5). Era claro que el hombre no estaba arrepentido. Había hecho alarde de su estilo de vida pecaminoso ante la iglesia. El mejor recurso era expulsarlo de la comunidad. Al parecer, eso funcionó. En 2 Corintios 2:5-11, Pablo exhorta a la iglesia a dar la bienvenida a un ofensor que se había arrepentido de su conducta y había respondido a la disciplina de la iglesia. De hecho, Pablo les dijo que consolaran al hombre para que no estuviera "consumido de demasiada tristeza".
Segunda de Corintios 2:8 nos da el resultado deseado de la disciplina de la iglesia: "confirmar el amor para con él [el ofensor]". La disciplina de la iglesia no es para humillar o controlar a una persona. No tiene que ver con la ira o la justicia propia o incluso la recompensa. La disciplina de la iglesia está diseñada para proteger del pecado no arrepentido a todo el cuerpo de Cristo (1 Corintios 5:6-7) y para animar a alguien que vive en pecado a renovar su relación con Dios (Gálatas 6:1).
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