¿Cómo puedo discernir entre el bien y el mal?

La Biblia nos informa que nacemos con una conciencia y, por lo tanto, tenemos un sentido innato de lo correcto y lo incorrecto (Romanos 2: 14-15). Sin embargo, dado que nuestra disposición natural es suprimir, ignorar y violar nuestras conciencias, necesitamos una nueva disposición, una nueva naturaleza, un nuevo corazón (Romanos 1:18). Recibimos esto cuando, al creer en Jesucristo, nacemos de nuevo por el Espíritu de Dios (Juan 3: 3; 1 Pedro 1:23). Nos convertimos en nuevas criaturas en Cristo (2 Corintios 5:17). El Espíritu de Dios mismo hace residencia en nosotros (Romanos 8: 9-11; 1 Corintios 6:19; 2 Corintios 6:16; 2 Timoteo 1:14).

Es el Espíritu de Dios quien nos enseña la voluntad de Dios y nos convence de pecado (Juan 14: 16-17; 1 Corintios 2:12; Juan 16: 8). El Espíritu de Dios ilumina nuestros corazones y mentes para amar y comprender la Palabra de Dios (Juan 16:13). A medida que leemos, estudiamos y meditamos en la Palabra de Dios, el Espíritu revela la verdad que hay en ella. Podemos aprender mucho sobre la Palabra de Dios si mantenemos un compañerismo cercano con otros cristianos y oramos y estudiamos juntos la Palabra de Dios. De estas maneras, somos capaces de distinguir cuál es la voluntad de Dios (lo que es correcto) y lo que está en contra de su voluntad (lo que está mal). Lo correcto y lo incorrecto son un reflejo de la naturaleza de Dios.

Al estudiar la vida de Jesús, podemos ver la naturaleza de Dios en forma humana (Juan 14: 9). Por lo tanto, estudiar lo que la Palabra de Dios nos revela acerca de Jesucristo y orar para que el Espíritu Santo nos revele la verdad sobre quién es Jesús y lo que Él manda nos ayudará a distinguir entre lo correcto y lo incorrecto. Al estudiar las enseñanzas de los apóstoles podemos aprender lo que es la verdadera y sana doctrina y así protegernos de las falsas enseñanzas (Romanos 12: 2; 2 Timoteo 3: 14–17). Al estar al alero de la fiel predicación y enseñanza de la Palabra de Dios podemos crecer en nuestro entendimiento y discernimiento respecto a lo que está bien y lo que está mal, lo verdadero y lo falso.

En última instancia, el discernimiento proviene del ministerio iluminador del Espíritu de Dios que nos ilumina a la verdad de la Palabra de Dios a medida que la estudiamos individualmente y con el pueblo de Dios.



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