¿Existe realmente una diferencia entre los milagros y la magia?
El término "magia" se utiliza muchas veces de forma despectiva, sobre todo en los debates sobre espiritualidad y religión. Los milagros atribuidos a diversas tradiciones religiosas se tachan de cuentos de "magia", dando por sentado que así es como la gente poco sofisticada llama a las cosas que no entiende. También se usa como una forma de categorizar cualquier afirmación que una persona considere ridícula o improbable. La palabra también se utiliza para designar actos de ilusión, como los trucos con las manos o los actos de desaparición. A veces, esto también está implícito cuando el término magia se utiliza como calumnia, sugiriendo que lo que ha ocurrido es simplemente un acto de engaño. Desde un punto de vista bíblico, no hay ninguna conexión importante entre la magia escénica y los milagros. Los milagros bíblicos no tienen que ver con monedas que desaparecen o espadas que se tragan. Los antiguos sabían, al igual que los modernos, que las enfermedades graves de la piel no se curan con engaños (2 Reyes 5:9-14). Tampoco las enfermedades irreversibles (Juan 9:1-7), las discapacidades permanentes (Juan 5:5-9) o la muerte (Juan 11:38-44). Los milagros implican algo más que distracción, confusión o coincidencia.
Por otra parte, los milagros bíblicos casi nunca tienen el carácter ostentoso de la magia escénica o de los milagros de otras religiones. En la Biblia, la gente se sana milagrosamente sin que haya destellos de luz o truenos retumbantes. Aquellos que han sido sanados vuelven a su estado "normal". En cambio, la mayoría de los milagros de otras religiones incluyen un gran espectáculo y dramatismo. Las personas sanadas se vuelven inmortales, sobrehumanas o adquieren poderes divinos. Así como la magia escénica utiliza el espectáculo para disfrazar lo que realmente está sucediendo, las falsas afirmaciones de milagros con frecuencia añaden adornos para hacerlas más atractivas. Los relatos bíblicos de los milagros, en su mayor parte, son prácticamente de la vida cotidiana.
Los milagros también se diferencian de la magia en su origen. Normalmente, se considera que la magia es un poder que reside en una persona en particular. O es una energía natural que ciertas personas pueden manipular mediante palabras y movimientos de manos. En otras situaciones, la magia es la actividad de espíritus bajo las órdenes del mago. Todos estos casos suponen que la persona que realiza la magia es, de alguna manera, una autoridad sobre ese poder, o quien en última instancia lo controla.
Los milagros, al contrario, se diferencian de la magia en que son obra de Dios, no de los hombres. Todos los relatos bíblicos sobre milagros muestran el poder de Dios creando el milagro, y no una fuerza mística controlada por el hacedor de milagros. Esto también se relaciona con un aspecto clave de los milagros "verdaderos", es decir, el mensaje que transmiten. La magia se puede realizar según los caprichos del mago. Los milagros sólo ocurren cuando Dios está diciendo explícitamente algún mensaje, o demostrando algo.
En pocas palabras, la magia es algo que realizan los hombres, por voluntad de los hombres, para los fines de los hombres, y sin ningún elemento sobrenatural legítimo. Por el contrario, los milagros son obra de Dios, por la voluntad de Dios, y para los fines de Dios, puramente por Su poder. Los que tachan los milagros bíblicos de "magia" malinterpretan ambas cosas.
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