¿Hay algo de malo en cuestionar la Biblia?
Hay formas sanas y otras no tan sanas de cuestionar cualquier cosa. Cuestionar la Biblia puede ser una parte natural de nuestro crecimiento espiritual o un medio por el cual empezamos a alejarnos de Dios. La forma en que lo hagamos depende de la condición de nuestro corazón y de nuestra visión de Dios y de Su suprema autoridad. Jesús aceptó las preguntas de Sus discípulos cuando tuvieron problemas para entender la Parábola del Sembrador, y compartió con ellos una explicación (Lucas 8:9-15). Del mismo modo, cuando leemos algo en la Biblia que parece contradictorio o confuso, deberíamos hacer preguntas y buscar respuestas en Dios. Cuando confiamos en que Dios es la máxima autoridad y creemos que la Biblia es realmente Su Palabra, que se nos ha dado a través de las voces de Sus siervos de confianza (2 Pedro 1:21), podemos abordar nuestras preguntas desde una postura de humildad y honestidad. Nuestro deseo de comprender la Palabra de Dios y de conocerle mejor es lo que nos impulsa a buscar en Él las respuestas a nuestras preguntas bíblicas.
La Biblia nos revela a Dios y nos muestra cómo Él se comunica con la humanidad, aunque nuestra capacidad para comprenderlo está limitada por nuestra humanidad. Todos Sus atributos no caben en un solo libro. A medida que avanzamos en nuestra búsqueda por comprender, acabaremos encontrando una respuesta, o puede que no; en ese momento renunciamos al control y confiamos en el hecho de que Dios sabe lo que es y que todo lo que hace y dice es correcto: "Toda palabra de Dios es limpia" (Proverbios 30:5). En este sentido, cuestionar la Biblia es una práctica saludable que nos hace volvernos a Dios para crecer en nuestra comprensión de las Escrituras. A veces, sólo cuando dejamos de lado nuestra desesperada necesidad de una respuesta y optamos por confiar plenamente en Dios, incluso en el cuestionamiento, Él nos revela la respuesta.
Muchas veces, "cuestionar la Biblia" significa que hemos encontrado una contradicción que aún no tiene explicación. Esto puede llevarnos a dudar de la validez de la Biblia y a colocarnos como jueces de la misma, en lugar de someternos humildemente a la autoridad de Dios. Desde el comienzo de los tiempos, Satanás ha intentado hacernos dudar de la Palabra de Dios. Comenzando en el jardín del Edén, se acercó a Eva con el argumento "¿Conque Dios os ha dicho...? (Génesis 3:1). Hoy en día sigue utilizando la misma estrategia.
Existe un ataque a la integridad y relevancia de la Palabra de Dios en nuestros días. La gente dice cosas como: "Los tiempos han cambiado" o "la Biblia está desactualizada". Muchas veces, lo hacen porque hay normas morales descritas en la Biblia que no encajan bien con las normas culturales actuales. Las personas intentan racionalizar comportamientos inmorales eliminando de sus estudios los versículos de las Escrituras que consideran "anticuados". Esta puede ser una manera de complacer a la gente, pero no es agradable a Dios. Aunque la Biblia incluye algunas condiciones e instrucciones especiales para personas específicas (a saber, la nación de Israel) dentro de un determinado período de tiempo, Dios nunca ha cambiado y, por lo tanto, Su ley moral tampoco (Hebreos 13:8; Eclesiastés 3:14).
Cuestionar la Biblia con el propósito de crecer en nuestro conocimiento y comprensión de ella es un enfoque saludable, pero cuestionarla con el propósito de desacreditarla tiene sus raíces en el orgullo y la rebelión que conducen a un final desafortunado (Apocalipsis 21:8). Cuando respetamos la Biblia y el hecho de que es la autoridad y la Palabra de Dios, depositamos nuestra confianza en Dios, y tenemos acceso a Su sabiduría que nos ayudará a interpretarla (Santiago 1:5). Su Palabra nos santifica y es la verdad que necesitamos (Juan 17:17). Juan 8:31-32 nos relata este mensaje de Jesús: "Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres".
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