¿Qué importancia tiene el crecimiento espiritual en la vida cristiana?

Del Antiguo Testamento

• El crecimiento espiritual en la vida cristiana se aborda específicamente en el Nuevo Testamento.

Del Nuevo Testamento

• Podemos medir nuestro crecimiento espiritual observando si manifestamos el “fruto del Espíritu”. El Espíritu desea producir en nosotros estas cualidades: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio” (Gálatas 5:22-23).
• Aunque experimentaremos pruebas en la vida, no debemos renunciar a crecer en nuestro caminar espiritual: “No nos cansemos de hacer el bien, pues a su tiempo, si no nos cansamos, segaremos” (Gálatas 6:9).
• Los miembros del cuerpo de Cristo pueden ayudar y apoyar a otros en su camino de crecimiento espiritual: “Por lo demás, hermanos, regocíjense, sean perfectos, consuélense, sean de un mismo sentir, vivan en paz, y el Dios de amor y paz estará con ustedes” (2 Corintios 13:11).
• A medida que confiamos en el poder de Dios y seguimos Sus enseñanzas, podemos desarrollar una mayor madurez en nuestro caminar espiritual (Efesios 3:20).
• La participación en una iglesia local y el ejercicio de nuestros dones espirituales tienen un valor incalculable para la madurez (Efesios 4:11-16). En lugar de dejarnos llevar por cualquier doctrina errónea que surja, podemos hablar “la verdad en amor”, con el resultado de que crezcamos “en todos los aspectos en Aquel que es la cabeza, es decir, Cristo” (Efesios 4:15).
• La voluntad de Dios es que nos parezcamos cada vez más a Jesús. Tenemos la promesa de que el Señor mismo supervisará nuestro crecimiento y nos llevará a la madurez: “estando convencido precisamente de esto: que el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús” (Filipenses 1:6).
• Debido a que el crecimiento viene a través de las pruebas, las Escrituras enseñan que no debemos cansarnos en el proceso; el desarrollo espiritual es el resultado de la persistencia: “Pero ustedes, hermanos, no se cansen de hacer el bien” (2 Tesalonicenses 3:13).
• Se espera del creyente un crecimiento espiritual. El autor de Hebreos reprende a sus lectores por su lentitud para entender (Hebreos 5:11) y por ser “todavía un niño” (Hebreos 5:13). Los espiritualmente maduros deben ser capaces de “distinguir el bien del mal” (Hebreos 5:14). La crítica del autor desemboca en una exhortación: “Por tanto, dejando las enseñanzas elementales acerca de Cristo, avancemos hacia la madurez” (Hebreos 6:1).
• Al igual que la fuerza física se construye mediante el esfuerzo contra la resistencia, la fuerza espiritual se desarrolla en los momentos difíciles de la vida. Sin embargo, podemos alegrarnos a pesar de este doloroso proceso: “Tengan por sumo gozo, hermanos míos, cuando se hallen en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia. Y que la paciiencia tenga su perfecto resultado, para que sean perfectos y completos, sin que nada les falte” (Santiago 1:2-4).
• Las Escrituras ofrecen valiosas perspectivas sobre el poder de Dios para el crecimiento (2 Pedro 1:3).
• Pedro ofrece un vistazo al proceso de crecimiento espiritual: “Por esta razón también, obrando con toda diligencia, añadan a su fe, virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, perseverancia; a la perseverancia, piedad; a la piedad, fraternidad y a la fraternidad, amor. Pues estas virtudes, al estar en ustedes y al aumentar, no los dejarán ociosos ni estériles en el verdadero conocimiento de nuestro Señor Jesucristo” (2 Pedro 1:5-8).
• Pedro nos instruye: “crezcan en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 3:18).

Implicaciones para hoy

El crecimiento espiritual comienza en el momento en que una persona llega a la fe en Cristo y continúa hasta que entra en Su presencia después de esta vida. Es esencial para reflejar a Cristo en nuestra vida diaria y para navegar en un mundo lleno de desafíos. Aunque experimentaremos muchos momentos difíciles en nuestro camino cristiano, podemos seguir creciendo incluso a través de nuestras pruebas y tribulaciones. A medida que maduramos espiritualmente, desarrollamos una mayor fe, perseverancia y cualidades semejantes a las de Cristo, como el amor, la paciencia y el dominio propio, que nos ayudan a responder a las dificultades de la vida con esperanza y propósito. A través de prácticas intencionales como la oración, el estudio de la Biblia y la participación en la comunidad cristiana, colaboramos con Dios en la obra que Él está haciendo en nosotros. En última instancia, el crecimiento requiere confiar en el poder de Dios, sabiendo que Él es fiel para completar la buena obra que comenzó en nosotros. Al esforzarnos por crecer y madurar espiritualmente, hacemos brillar Su luz en un mundo oscuro y vivimos como testimonio de Su gracia.