El método científico es un proceso de adquisición de conocimientos basado en la observación cuidadosa y el escepticismo riguroso. Su desarrollo comenzó en el siglo XVII, muchos siglos después de que se escribiera la Biblia. Por lo tanto, la Biblia no aborda directamente si el creacionismo es científico. El creacionismo sostiene que el universo y todo lo que hay en él fue creado por Dios, tal como se describe en la Biblia.
El creacionismo puede ser un enfoque racional y científico del aprendizaje. No hay ninguna base lógica para rechazar de plano los presupuestos creacionistas y aceptar ciegamente los presupuestos naturalistas (ateos). Una creencia firme en la creación no es una barrera para el descubrimiento científico. Basta con repasar los logros de científicos como Newton, Pasteur, Mendel, Pascal, Kelvin, Linneo y Maxwell. Todos ellos fueron creacionistas declarados y convencidos que trabajaron en muchos campos diferentes de la ciencia. El creacionismo en sí es totalmente compatible con el método científico.
El naturalismo metodológico es la filosofía predominante en la comunidad científica moderna. En pocas palabras, significa buscar explicaciones basadas en leyes y fuerzas naturales siempre que sea posible. Desafortunadamente, muchos científicos distorsionan esta definición para dar a entender que la ciencia —toda la ciencia en sí misma— exige explicarlo todo únicamente en términos de causas naturales. Esa perspectiva excluye cualquier acto de Dios, ya que Dios está fuera del ámbito natural. Pero tener prejuicios contra Dios desde el principio significa no ser un juez imparcial de las pruebas.
Aunque el naturalismo (ninguna intervención sobrenatural) es el punto de vista predominante en la comunidad científica moderna, no es universal. Muchos científicos brillantes y consumados creen que el creacionismo es más que una perspectiva científica válida; lo consideran más convincente que las alternativas ateas. Estos científicos señalan que se utiliza la inferencia de diseño en disciplinas como la antropología, la arqueología, las ciencias forenses y el criptoanálisis. Aplicando esa misma lógica a la biología y la genética, resulta evidente que toda la vida fue creada por algún tipo de agente inteligente ajeno a nuestro mundo (es decir, Dios).
El moderno campo de investigación del Diseño Inteligente (DI) es una perspectiva científica convincente que demuestra que la vida y el universo fueron diseñados. El DI afirma que las causas inteligentes son necesarias para explicar las estructuras complejas y ricas en información de la biología, y que estas causas son detectables empíricamente. Dos argumentos clave del DI son la complejidad irreductible y la observación de que la Tierra parece haber sido “ajustada” (diseñada) para la vida. La complejidad irreductible es la idea de que algunos sistemas biológicos no pueden haber evolucionado de forma natural, porque no habrían sido funcionales en formas más simples. La mayoría de los defensores del Diseño Inteligente identifican la fuente del diseño con el Dios de la Biblia. Técnicamente, sin embargo, el DI no apunta a ningún diseñador en particular; no es una postura inherentemente religiosa.