Los siete sellos, las siete trompetas y las siete copas del Apocalipsis representan los juicios finales de Dios sobre un mundo rebelde en los últimos tiempos. Su objetivo es revelar quién es Dios y llamar a la gente al arrepentimiento. Los sellos comienzan con Cristo recuperando Su herencia y conducen a la liberación de los Cuatro Jinetes, culminando en los juicios de las trompetas. Los juicios de las trompetas traen más destrucción, y la serie final, los juicios de las copas, resulta en plagas devastadoras que culminan en la batalla de Armagedón. Estos juicios reflejan la ira de Dios, pero también Su misericordia, al ofrecer llamados al arrepentimiento antes de que sea demasiado tarde. La realidad de estos acontecimientos recuerda a los creyentes la importancia de compartir la verdad del evangelio con los demás (2 Pedro 3:8-13).
Algunos han intentado argumentar que los juicios mencionados en el libro son cosas que ocurrieron durante la destrucción de Jerusalén en el año 70 d. C. o que han estado sucediendo a lo largo de la historia. Sin embargo, estos argumentos no se sostienen ante las evidencias bíblicas e históricas, que apuntan a un cumplimiento futuro. Ireneo, que vivió en el siglo II, escribe en su obra Contra las herejías (5.30.3) que Juan recibió el Apocalipsis “casi en nuestros días, hacia el final del reinado de Domiciano”. El reinado de Domiciano terminó en el año 96 d. C., por lo que la mayoría de los eruditos bíblicos datan el libro de Apocalipsis a mediados de la década de los 90 d. C., varias décadas después de la caída de Jerusalén. Además, al principio de la visión de Juan, se le dice específicamente que las cosas que verá ocurrirán en el futuro: “Escribe, pues, las cosas que has visto, y las que son, y las que han de suceder después de estas” (Apocalipsis 1:19). El año 70 d. C. no era futuro para él.
Dado que la guerra, el hambre, los desastres naturales y la muerte han sido realidades constantes a lo largo de la historia, los juicios descritos en Apocalipsis son, aparentemente, de una magnitud única. Siendo esto así, la interpretación “futurista” del libro de Apocalipsis descansa sobre una base sólida.
El hecho de que estos juicios se refieran a un período específico, aún futuro, implica algunas cosas para nosotros. En primer lugar, debemos darnos cuenta de que el fin de los tiempos y la ira eterna de Dios son inevitables. Nadie ni nada puede detenerlos: “Aun desde la eternidad, Yo soy, Y no hay quien libre de Mi mano; Yo actúo, ¿y quién lo revocará?” (Isaías 43:13). En segundo lugar, debemos reconocer que hay una manera de escapar de la ira de Dios antes de que llegue. Pablo escribe en Romanos: “Por tanto, ahora no hay ninguna condenación para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1). Los creyentes no enfrentarán el juicio, porque sus pecados fueron juzgados cuando Jesús murió en Su lugar en la cruz (ver 2 Corintios 5:21; 1 Pedro 2:24). Ahora es el momento de responder a la oferta de perdón de Dios, confiando en la obra consumada de Jesús en la cruz y en Su resurrección para el perdón de nuestros pecados, mientras la gracia aún está disponible.