En su carta a los creyentes, Judas les insta a “contender por la fe”. En lugar de centrarse en los aspectos comunes de su salvación, Judas anima a la iglesia a apropiarse de su fe luchando por ella. Escribe: “Amados, por el gran empeño que tenía en escribirles acerca de nuestra común salvación, sentí la necesidad de escribirles exhortándolos a contender ardientemente por la fe que de una vez para siempre fue entregada a los santos” (Judas 1:3). La preocupación de Judas es que el mensaje cristiano del evangelio —“la fe”— está siendo atacado por falsos maestros y sus herejías. Judas exhorta a sus lectores a luchar por el mensaje del evangelio contra quienes tratan de socavarlo. La palabra griega antigua traducida como “contender” proviene del mundo atlético y es una forma de la palabra que significa agonizar. Por lo tanto, contender implica un trabajo duro y diligente.
Judas se vio impulsado a escribir esto porque “ciertos hombres se han infiltrado encubiertamente, los cuales desde hace mucho tiempo estaban marcados para esta condenación, impíos que convierten la gracia de nuestro Dios en libertinaje, y niegan a nuestro único Soberano y Señor, Jesucristo” (Judas 1:4). Los falsos maestros se habían infiltrado en la Iglesia. El Nuevo Testamento está lleno de advertencias a la Iglesia sobre los falsos maestros. Estos son peligrosos porque convencen a otros “tergiversando la Escritura” (véase 2 Pedro 3:16), por lo que Judas instruye a la Iglesia sobre cómo responder cuando hay falsos maestros en una congregación: aferrándose a la verdad del evangelio.
Al final de su carta, Judas da instrucciones prácticas sobre cómo contender por la fe y cómo animar a una congregación que tiene falsos maestros en su seno: “Pero ustedes, amados, edificándose en su santísima fe, orando en el Espíritu Santo, consérvense en el amor de Dios, esperando ansiosamente la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. Y tengan misericordia de algunos que dudan; a otros, sálvenlos, arrebatándolos del fuego; y de otros, tengan misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por la carne” (Judas 1:20-23).
Debemos contender por la fe edificándonos en ella (2 Pedro 1:5-10) y orando en el Espíritu Santo (Efesios 6:18). También debemos ser sensibles a las necesidades de la congregación, ya que muchos pueden estar luchando en su fe debido a las doctrinas del falso maestro. Debemos odiar la presencia del pecado, llamando a nuestros hermanos y hermanas en Cristo a apartarse de él, y al mismo tiempo mostrar misericordia a los que dudan (cf. 1 Tesalonicenses 5:14; Santiago 5:19-20). No solo luchamos por la verdad para nosotros mismos, sino también por los que nos rodean: por los más débiles, los que se dejan engañar fácilmente, los más jóvenes o los más impresionables.
Para “contender”, también debemos estar listos para “defender”. El desafío de Pedro a los creyentes era: “sino santifiquen a Cristo como Señor en sus corazones, estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que les pida razón de la esperanza que hay en ustedes. Pero háganlo con mansedumbre y reverencia” (1 Pedro 3:15). Por lo tanto, debemos conocer la Palabra de Dios y defender lo que creemos, tanto por nosotros mismos como por los demás.