¿Cómo debemos responder a los ataques espirituales?
A los creyentes se les dice que deben luchar contra el pecado (Romanos 6) y contra las fuerzas del mal (Efesios 6:10-18). El ataque espiritual puede ser el resultado de una influencia demoníaca directa, o simplemente podemos estar experimentando los efectos de vivir en un mundo condenado por el pecado y gobernado por Satanás. De cualquier manera, el enfoque es esencialmente el mismo: "fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza" (Efesios 6:10). Fortalecerse en el Señor y en el poder de Su fuerza significa estar consciente de la Fuente de tu fortaleza, la cual es Dios mismo. Los demonios y Satanás son imponentes, aterradores y mucho más poderosos que los humanos. Sin embargo, Dios lucha por nosotros, y dentro de nosotros, y ellos no son rivales para Él. Pablo le dice a los efesios que se pongan toda la armadura de Dios, que consiste en las siguientes piezas: el yelmo de la salvación, el escudo de la fe, el cinturón de la verdad, la coraza de la justicia, el apresto del evangelio de la paz, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. Todas estas piezas de la armadura son cosas que resaltan el poder de Dios, y nuestra protección debajo de ese poder. Esta fe la hemos recibido de Dios (Efesios 2:8-9). Nuestra justicia y salvación también son dones, resultado de esa fe (Romanos 3:21-26). El Espíritu Santo mora en nosotros gracias a esa salvación (Juan 14:15-17; Efesios 1:13-14), y nos revela la verdad e ilumina el significado de la Palabra (Juan 17:17; Juan 14:25-26). Finalmente, gracias a todo lo que hemos recibido, estamos dispuestos a llevar el evangelio de la paz a otros, para que tengan fe en Dios y se salven. Esta armadura nos hace muy poderosos, capaces de resistir los ataques espirituales. Pablo también exhorta a los efesios a orar en todo momento en el Espíritu, a mantenerse alerta y perseverar, y a orar por otros creyentes, quienes también son compañeros de armas (2 Timoteo 2:3).
Otra herramienta muy útil contra los ataques espirituales es citar las Escrituras. Aquí Jesús es nuestro ejemplo. Fue llevado al desierto por Satanás y tentado (Mateo 4:1-11). Podemos ver tres niveles de ataque, o tres ángulos diferentes que Satanás utilizó para intentar derribar a Jesús. Se vale de los tres aspectos de la mundanidad que el apóstol Juan menciona en su carta: los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida (1 Juan 2:16). Satanás apeló primero a la carne de Jesús, a su deseo de comer pan después de haber ayunado durante muchos días en el desierto. Luego, intentó el ángulo del orgullo de la vida, tratando de que Jesús manipulara a Dios. Por último, Satanás utilizó la táctica de la lujuria de los ojos, tentando a Jesús con los reinos del mundo y su gloria. No obstante, Jesús desvió fácilmente cada una de estas flechas de fuego con el escudo de la fe y la espada del Espíritu. Él tenía fe en la Palabra, y citó las Escrituras frente a Satanás. Después de citar la Biblia, no hubo discusión ni debate: Satanás reconoció el golpe y probó otro ángulo. Después de tres fracasos, el diablo huyó, derrotado (Santiago 4:7).
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