La palabra ciencia significa literalmente "conocimiento". La ciencia es la forma que tiene el hombre de procesar el mundo natural: observar e interpretar esas experiencias de acuerdo con la razón. En esta última parte —la razón y el sentido humanos— es donde la ciencia puede dejarse llevar por las alas de la fe o caer en el abismo de su propia presunción. La ciencia en sí no es contraria a la Escritura. En su forma más pura, es simplemente el estudio de la Creación en todas sus facetas. Confirma lo que Dios ha hecho y lo que revela la Escritura. Dios no se opone a que la humanidad aprenda sobre el cuerpo para tratar dolencias u observe la maravillosa flora y fauna de un bosque para comprender mejor las plantas y los animales. Sin embargo, estas cosas remiten al asombroso Creador que diseñó el vasto cosmos, así como las complejidades de nuestro ADN, que tiene poder sobre el huracán pero alimenta a la mariposa más delicada. Saber más sobre la creación de Dios no justifica descartar Su papel en la naturaleza.
La fe en Dios y la creencia en la ciencia nunca se contradirán, ya que Dios, de hecho, existe y es el Creador del universo. Para los que creen en Él, existen abundantes pruebas de Su obra, por lo que la ciencia es un acercamiento al conocimiento y a las verdades generales sobre Su creación. La fe, por tanto, es la confianza en Dios para aquellas cosas que aún desconocemos, basándonos en lo que Él ya nos ha dicho. Para quienes tienen fe, la ciencia puede ser una de nuestras mayores formas de adoración. Los grandes nombres que participaron en la fundación de la ciencia moderna eran creyentes profundamente comprometidos y bien informados en el Dios de la Biblia. Para quienes rechazan la creencia en Dios, la "fe" sigue siendo confianza. Pero para el no creyente, es confianza en su propia mente y opiniones. Lo que la ciencia no puede decir a un no creyente, el no creyente no puede (teóricamente) saberlo. La fe y la ciencia deberían ser compañeras, cada una dando más profundidad a la otra. La ciencia, cuando se utiliza correctamente, valida la fe en un Creador y exhibe la maravilla de Su obra. La fe guía a la ciencia hacia causas nobles y le da contexto. El mejor científico es el que comprende que existe un Creador y aprende con entusiasmo todo lo que puede sobre esa creación.