¿Qué significa que Dios no es el autor de la confusión?

Pablo hace esta afirmación en su carta a los Corintios: "Pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz" (1 Corintios 14:33). Podemos extraer una verdad inmediata de esta afirmación para entender lo que quiere decir: Dios no creó la confusión, sino la paz. En el contexto, Pablo estaba aplicando esta verdad general a un problema específico al que se enfrentaba la iglesia de Corinto: el desorden durante las reuniones de la iglesia.

El capítulo 14 de 1 Corintios se centra en los dones espirituales y el orden durante las reuniones de la iglesia. La iglesia de Corinto estaba sufriendo porque sus servicios eran confusos y desorganizados. En este pasaje tenemos la impresión de que las personas que tenían el don de lenguas compartían sus lenguas públicamente durante el servicio, posiblemente interrumpiendo cualquier otra cosa que estuviera sucediendo. La gente que hablaba en lenguas solo añadía confusión. Nadie sabía lo que las personas que hablaban en lenguas estaban diciendo porque no había nadie para interpretar, y nadie era edificado por esta clase de demostración de su don espiritual. Pablo compara los servicios de la iglesia con instrumentos que están desafinados: "Ciertamente las cosas inanimadas que producen sonidos, como la flauta o la cítara, si no dieren distinción de voces, ¿cómo se sabrá lo que se toca con la flauta o con la cítara? Y si la trompeta diere sonido incierto, ¿quién se preparará para la batalla? Así también vosotros, si por la lengua no diereis palabra bien comprensible, ¿cómo se entenderá lo que decís? Porque hablaréis al aire" (1 Corintios 14:7-9).

El tema de hablar en lenguas durante los servicios era sólo una parte de lo que causaba confusión durante sus servicios: "Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación" (1 Corintios 14:26). Cada persona venía con algo para compartir, pero no era una reunión ordenada en la que cada persona esperaba tranquilamente su turno. Pablo da la impresión de que las iglesias corintias pensaban que cada persona debía compartir "según el Espíritu", sin importar lo que estuviera sucediendo en ese momento. Esta confusión impidió que la gente pudiera concentrarse en adorar a Dios, reflexionar o arrepentirse, y sus servicios no estaban edificando la iglesia. Pablo no prohibió a los corintios que compartieran con la iglesia, pero dijo que las lenguas sólo se podían hablar si había un intérprete presente, y que sólo debían hablar dos o tres como máximo (1 Corintios 14:27-28). Lo mismo dijo con respecto a los profetas que hablaban, diciendo los siguiente: "Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen" (1 Corintios 14:29). Los corintios debían "hacer todo para edificar" (1 Corintios 14:26).

Al afirmar que Dios no es el autor de la confusión, Pablo disipó la idea de que las personas están sujetas a los caprichos del Espíritu. El Espíritu Santo no se apodera de las personas de manera incontrolable para que los dones espirituales se usen sin autocontrol. Por el contrario, como Dios es un Dios de orden, Su Espíritu no mueve a las personas a actuar de manera desordenada. Nos equivocamos al creer que así es como se mueve el Espíritu Santo. Es importante comprender este concepto del orden de Dios cuando se trata del Espíritu Santo y los dones espirituales. Algunas iglesias relacionan su nivel de estar "llenos del Espíritu" con un despliegue desordenado de los dones espirituales. Pero no es así como debemos medir la madurez espiritual de una persona o de una iglesia o su relación con Dios porque, como dice Pablo, Dios es un Dios de paz y orden, no de confusión. Por lo tanto, las celebraciones de adoración deben reflejar Su carácter. Los servicios de la iglesia deben tener orden para que la congregación se pueda edificar y fortalecer, y para que se pueda honrar a Dios con la atención plena de Su pueblo. Como dijo Pablo a los corintios, "pero hágase todo decentemente y con orden" porque "pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz" (1 Corintios 14:40, 33).

Aunque Pablo reconoce este atributo de Dios para referirse específicamente a los servicios de la iglesia, lo menciona porque es una realidad en general. Cualquiera que haya observado la naturaleza sabe que hay un orden en el universo que sólo podemos entender a grandes rasgos. El caos y la confusión que existen en este mundo no existen como un reflejo del carácter de Dios; existen en oposición al carácter de Dios. Santiago contrasta la sabiduría demoníaca con la paz y el orden de Dios: "Porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía" (Santiago 3:15-17). Sólo la sabiduría demoníaca trae desorden y confusión; estas cosas no vienen de Dios. Dios no es el autor de la confusión. Podemos cobrar ánimo sabiendo que el caos en este mundo no se debe a Dios sino a nuestra pecaminosidad y al deseo de Satanás de corromper lo que Dios ha hecho para que sea bueno. Dios nos diseñó para vivir de forma estable y ordenada. Si estamos sometidos a Cristo, nuestras vidas y nuestros servicios en la iglesia deberían reflejarlo.



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