¿En qué aspectos Dios es un Dios de orden?

El conocimiento de que Dios es un Dios de orden procede de la forma en que la biblia nos demuestra y describe el carácter de Dios. La biblia también nos dice que Él no es un Dios de desorden: "pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz" (1 Corintios 14:33). Vemos el diseño armónico y ordenado de Dios dentro de Él y de Su creación.

Dentro de sí mismo, Dios muestra que es un Dios de orden. El concepto del Dios trino va más allá del alcance de la comprensión humana, sin embargo, en la Trinidad, vemos que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son tres personas individuales pero un solo Dios. Están separados, pero son lo mismo, operando en armonía (Mateo 28:19; Juan 14:26; 15:26). Dios es un ser completo en sí mismo y no cambia (Malaquías 3:6; Números 23:19).

Dios creó un universo ordenado, que abarca desde la ubicación específica de las galaxias, los planetas y las estrellas, hasta el paso del tiempo del día a la noche y el cambio de las estaciones. Todas las cosas tienen un diseño ordenado, pues "sustenta todas las cosas con la palabra de su poder" (Hebreos 1:3; cf. Colosenses 1:17).

Dios creó al ser humano a Su imagen y semejanza (Génesis 1:26-27). Su orden es algo que vemos reflejado en el carácter humano en cosas como el pensamiento lógico y nuestro diseño de sistemas metódicos. También se refleja en el deseo humano de orden y previsibilidad, por ejemplo, en los patrones de comunicación o en la prestación fiable de servicios. También vemos el orden de Dios en nuestros cuerpos físicos. Su diseño es extremadamente complejo y, sin embargo, funciona de forma ordenada.

Cuando algo está en orden, significa que todo está en su sitio. Las cosas están dispuestas con precisión y tienen un sentido lógico. También podemos pensar que el orden está relacionado con la paz, la armonía entre las partes o la sensación de seguridad. En el pasaje de 1 Corintios 14, Pablo le dice a la iglesia de Corinto en un momento de enseñanza que Dios es un Dios de orden. La iglesia de Corinto había estado teniendo servicios de adoración desordenados que eran lo suficientemente desorganizados y caóticos como para disuadir a los incrédulos de sus servicios religiosos. En el libro de 1 Corintios, Pablo le enseña a la iglesia de Corinto sobre cómo se debe conducir apropiadamente su adoración a Dios y sus servicios. Cuando Pablo dice que Dios no es un Dios de desorden, la palabra griega que utiliza implica inestabilidad, conmoción o alboroto. Dios no es así. Más bien, Él es un Dios de paz.

Dado que Dios es un Dios de orden, debemos seguir Su ejemplo. Cuando nuestras mentes y nuestros corazones se sumergen en la preocupación o el miedo, Dios nos invita a volver a formas ordenadas de pensar, comunicar y vivir. Cuando estemos tentados a quedarnos en un tornado de pensamientos ansiosos, debemos recordar que Dios nos invita a acudir a Él (Isaías 1:18-20; 1 Pedro 5:6-11; Hebreos 4:14-16; Proverbios 1:7; 2 Corintios 10:3-6). Buscamos en la Palabra de Dios para conocer mejor Su naturaleza, Su actitud hacia nosotros, Sus planes para el mundo y cómo debemos vivir. No conseguimos el orden por nuestros propios esfuerzos de control, sino rindiéndonos a Dios y siguiéndolo por medio de Jesucristo y el poder del Espíritu Santo.

Incluso en la forma en que Dios envió a Jesús al mundo, vemos que Él tenía las cosas en orden durante todo el proceso. Antes de que viniera Jesús, bajo la ley del Antiguo Testamento, Dios mostró la necesidad de un sacrificio que expiara los pecados, la necesidad de santidad y arrepentimiento, y el conocimiento de que ninguno de nosotros podía hacerlo por sí mismo; necesitábamos un Mesías que restaurara la posición correcta con Dios (Levítico 4:35; Zacarías 9:9; Hebreos 9:22-23). Dios dedicó miles de años a la preparación ordenada para que Jesús, el Mesías, viniera al mundo en el momento indicado (Marcos 14:49; Juan 3:16-18; 5:39; Gálatas 4:4).

Servimos a un Dios de orden, y a medida que nos acercamos a Él, nuestras vidas también serán más ordenadas. Así como Jesús imitó a Dios en todos Sus caminos, nosotros también deberíamos hacerlo (Juan 5:19).