¿Acaso Dios tiene un trono de forma literal?
La Biblia hace mención al trono de Dios varias veces, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Un trono es el lugar donde se sienta un monarca, y simboliza el poder, la soberanía y el gobierno absoluto. Hay referencias al trono de Dios que suenan figurativas, y otras que suenan más literales. Por ejemplo, Jesús dijo "No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies" (Mateo 5:34-35). Así la idea del trono de Dios parece una metáfora. Sin embargo, otros pasajes parecen decir literalmente que Dios tiene un trono. La multitud de pie ante el gran trono blanco, y posteriormente el juicio que ahí ocurre, son dos de esos ejemplos (Apocalipsis 7:9; 20:11). La Escritura no aclara si el trono de Dios es puramente figurativo, o si en realidad existe un salón del trono en el cielo donde Dios está sentado. De todos modos, hay muchas cosas que ilustran el significado del trono de Dios. El hecho de que Dios tenga un trono nos dice mucho sobre la naturaleza de Dios. En la visión de Isaías de la habitación del trono de Dios, él ve "al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo" (Isaías 6:1). Se trata de una imagen de gran poder y de una gloria que todo lo consume. Dios es una divinidad grandiosa, que infunde respeto y admiración. De hecho, la reacción inmediata de Isaías al ver a Dios en gloria en el trono es bastante contundente: "¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, al Señor de los ejércitos" (Isaías 6:5).
Tanto los ángeles buenos como los ángeles caídos vienen y se inclinan ante el trono de Dios, reconociendo Su soberanía (Job 1:6; 2 Crónicas 18:18). Y después de la resurrección de Jesús, cuando ascendió al cielo, ahora permanece "sentado a la derecha del trono de Dios" (Hebreos 12:2 - NVI). Dios es el centro de todo, así como el trono de un rey es el lugar donde se originan las leyes y los decretos, Dios gobierna y reina desde Su trono (Salmo 47:8), y Sus juicios son hechos desde ese lugar de poder y justicia divinos (Salmo 9:7).
Probablemente la referencia más hermosa al trono de Dios, en las Escrituras, es la del libro de los Hebreos. Allí se describe el trono de Dios como un lugar al que los hijos de Dios pueden acudir para recibir misericordia y gracia en un momento de necesidad. No sólo eso, sino que se nos dice: "Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia" (Hebreos 4:16). Teniendo en cuenta que estamos hablando de la sala del trono del Rey de reyes, del Creador del universo y de nuestro Hacedor, esta es una afirmación sorprendente. Como dijo el rey David, mientras reflexionaba sobre los cielos y la luna y las estrellas, dijo: "¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria...?" (Salmo 8:4). Pero, así como los hijos de un rey humano tendrían un privilegio especial para ver a su padre, también nosotros tenemos un privilegio especial para presentarnos ante el trono de Dios y pedir lo que necesitemos, siempre y cuando lo que pidamos esté de acuerdo con Su voluntad y naturaleza (Juan 16:23).
Al final de todo, toda la creación se reunirá y se inclinará ante el trono de Dios (Filipenses 2:9-11) y declarará que es "digno... de recibir la gloria, la honra y el poder" (Apocalipsis 4:10-11). Disfrutaremos de la generosidad y el amor de Dios, que fluye eternamente desde Su trono. "Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones" (Apocalipsis 22:1-2).
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