¿Es bíblico que se rece el rosario?
Históricamente, la Iglesia Católica Romana concibió el rosario como una forma asequible de enseñar y recitar oraciones. Durante la época medieval, había muchos fieles que no podían pagar un Salterio (una colección escrita de los Salmos) o que eran totalmente analfabetos. Los sacerdotes que viajaban utilizaban cuerdas con perlas para ayudar a la gente a memorizar y recitar las Escrituras (https://www.catholiccompany.com/content/information-about-the-rosary). De ahí surgieron las oraciones relacionadas con la vida de Jesús. Como instrumento para enseñar a orar y meditar, las intenciones y usos originales del rosario coincidían con el énfasis que las Escrituras ponen sobre ambas cosas. Sin embargo, es en las secciones "Ave María" y "Santa Reina" del rosario, así como en lo que se promete en las oraciones de memoria, donde no encontramos ninguna base bíblica. De hecho, rezar a María va directamente en contra de las enseñanzas de la Biblia. Nuestras oraciones sólo deben dirigirse a Dios (Hebreos 4:14-16; 7:25; 10:19-22; Romanos 8:26-27). Tratar la oración como una fórmula que nos lleva al fin deseado o que produce un beneficio específico si se dice de la manera correcta el número correcto de veces, es un completo malentendido de la naturaleza y el propósito de la oración (Mateo 6:5-13; 1 Juan 5:14-15).
La oración del Ave María se basa en Lucas 1:26-33, cuando el ángel Gabriel se apareció para decirle a María que sería la madre de Jesús, el Salvador. Gabriel saluda a María diciendo: "¡Saludos, mujer favorecida! ¡El Señor está contigo!". (Lucas 1:28 - NTV). La palabra "saludos" (chairo en griego) también puede traducirse como "salve" o "ave", que tiene el peso de la formalidad y el honor que normalmente se reservan a los reyes. Ciertas traducciones de esta expresión la interpretan como "Dios te salve, María, llena eres de gracia", que constituye la base de la oración del rosario.
No cabe duda de que María fue una persona muy especial en el plan de Dios para la redención de la humanidad. Lo que sí debemos distinguir es lo que es y no es bíblico: atribuir a María la capacidad de interceder por nosotros o considerarla ajena a la necesidad de la gracia salvadora que sólo puede obtenerse a través de Jesucristo. La insistencia en rezar a María con el rosario se basa en la creencia de que, de alguna manera, María estaba libre de pecado y tan cerca de Dios que podía interceder por los demás. En ninguna parte de la Biblia vemos esto. De hecho, las Escrituras son muy claras al afirmar que sólo tenemos un mediador, Jesucristo (1 Timoteo 2:5).
De la misma manera, rezar el rosario se ha asociado con promesas tales como eliminar el pecado, recibir gracias especiales y protección, recibir cualquier cosa por la que se rece, una posición especial en el cielo, y cosas por el estilo. Una vez más, no hay base bíblica para estas promesas asociadas con recitar ciertas oraciones en cierto orden un cierto número de veces (Mateo 6:7-8). El perdón del pecado es sólo por gracia mediante la fe en Jesucristo (Efesios 2:4-9). A todos los que creen se les promete la misma protección espiritual y la misma gracia, y en ninguna parte tenemos la promesa de que nuestras oraciones serán contestadas exactamente como quisiéramos que fueran contestadas. Todo es gracia en Cristo Jesús.
Nuestro ejemplo de oración viene del mismo Jesús. Aunque el modelo de oración de Jesús, comúnmente conocido como el Padre Nuestro (Mateo 6:5-15), se incluye en el rezo del rosario y se utiliza de memoria en las iglesias protestantes, Jesús modeló una vida de oración íntima con Dios que no era por memorización, sino a través de oraciones sinceras y fervientes como la del huerto de Getsemaní (Lucas 22:39-46). No está mal hacer las oraciones que vemos en las Escrituras u otras oraciones bíblicas escritas de antemano, pero debemos orar con la mente y el corazón (1 Corintios 14:15; Juan 4:24), comunicándonos realmente con nuestro Padre celestial, no sólo recitando palabras. Este es el tipo de vida de oración que Dios desea para nosotros en nuestra relación con Él (Filipenses 4:8; 1 Tesalonicenses 5:17; Hebreos 4:14-16; 10:19-23). Todas las bendiciones espirituales y la herencia de la fe que disfrutamos son por y a través de Jesucristo, el único Salvador (Efesios 1:3-14).
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