¿Qué es un seminario?
Un seminario es una institución educativa de nivel universitario que prepara a los estudiantes para una carrera en el ministerio. La palabra seminario proviene del latín seminarium, que significa "criadero de plantas", en donde se mantienen las condiciones ideales para que las semillas crezcan y se conviertan en plantas vigorosas. El Concilio de Trento, en respuesta a la Reforma protestante de mediados del siglo XV, fue el primero en exigir la creación de seminarios modernos en los que la semilla de la fe y el conocimiento de un ministro local pudiera crecer hasta convertirse en una fe fuerte y vigorosa que se ajustara a la doctrina católica y que luego se pudiera utilizar para alimentar la fe de sus feligreses. El catolicismo, el protestantismo y el judaísmo tienen hoy sus propios seminarios, que preparan a los estudiantes para su ordenación como ministros de acuerdo con su tradición. A veces, a estos institutos se les llama escuela de teología o escuela de divinidad. Entre otras cosas, en el seminario los alumnos aprenden las Sagradas Escrituras, lenguas antiguas, teología, filosofía e historia de la religión. Hoy en día, las clases se dictan tanto presencialmente como en línea, y la mayoría de los programas requieren de dos a seis años de estudio para completarse. Para quienes se sienten llamados al ministerio como carrera profesional, estos estudios brindan la preparación necesaria para desempeñar un cargo profesional.
Ahora bien, todo creyente puede sacar provecho del estudio de las Escrituras, la lectura de la historia de la Iglesia y el debate sobre ideas teológicas fundamentales. Dios llama a Su pueblo a amarlo con toda su mente (Mateo 22:37) y hay muchos ejemplos en las Escrituras de esta clase de aprendizaje formal.
En Deuteronomio 17:18-19 a los futuros reyes de Israel se les instruyó, "Y cuando se siente sobre el trono de su reino, entonces escribirá para sí en un libro una copia de esta ley, del original que está al cuidado de los sacerdotes levitas; y lo tendrá consigo, y leerá en él todos los días de su vida, para que aprenda a temer al Señor su Dios, para guardar todas las palabras de esta ley y estos estatutos, para ponerlos por obra". Aunque el rey no era un sacerdote y no realizaría ningún oficio religioso, su posición de liderazgo requería que tuviera un amplio conocimiento de Dios que obtendría leyendo y escribiendo las Escrituras bajo la supervisión de sacerdotes entrenados en la Ley y luego releyendo y meditando en esa copia de las Escrituras todos los días durante el resto de su vida.
En el Nuevo Testamento, en Hechos 19:9-10, vemos a Pablo discutiendo diariamente las Escrituras en un salón de clases durante dos años para ayudar a otros a entender la palabra del Señor. "[Pablo]...separó a los discípulos, discutiendo cada día en la escuela de uno llamado Tiranno. Así continuó por espacio de dos años, de manera que todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús". Ya antes, en Berea, la gente del lugar "recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así" (Hechos 17:11). Por tanto, la gente del lugar tomaba las ideas que se discutían y las comparaba diariamente con un estudio profundo de las Escrituras.
De esta manera, incluso aquellos que no sirven en el ministerio profesionalmente deberían tener el deseo de ocupar sus mentes en amar a Dios para conocerle mejor. Los seminarios ofrecen un medio para que las personas profundicen en sus estudios y proporcionan la formación necesaria para quienes son llamados al ministerio como vocación profesional.
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