¿Qué significa que Jesús aprendió la obediencia por lo que padeció (Hebreos 5:8)?

En resumen:

Jesús aprendió la obediencia a través del sufrimiento, no porque fuera desobediente, sino para experimentar plenamente las luchas y tentaciones humanas. Habiendo aprendido la obediencia por medio del sufrimiento, Jesús nos extiende gracia y misericordia como nuestro mediador eterno entre Dios y la humanidad.

¿QUÉ DICE LA BIBLIA?

Jesús aprendió la obediencia a través del sufrimiento, no por haber sido desobediente, sino para experimentar plenamente lo que es la obediencia humana frente a la tentación. Como Hijo de Dios e Hijo del Hombre, se enfrentó a luchas y desafíos, soportándolos sin pecar, lo que lo convirtió en el Sumo Sacerdote perfecto. Su sufrimiento le permitió empatizar con las debilidades humanas, capacitándolo para ofrecer gracia y misericordia en tiempos de necesidad. La obediencia y el sufrimiento de Jesús cumplieron el plan de Dios, y lo facultaron para ser el mediador eterno entre Dios y la humanidad. Como creyentes, estamos llamados a reflejar la obediencia de Jesús, confiando en Dios en medio de nuestro propio sufrimiento y acercándonos a Él con confianza.

DEL ANTIGUO TESTAMENTO

DEL NUEVO TESTAMENTO

IMPLICACIONES PARA HOY

Como creyentes en Jesucristo, experimentaremos sufrimiento (Juan 16:33). Cuando esto ocurra, es importante que permanezcamos rendidos y obedientes a Dios. Gracias a la experiencia humana de Jesús, ahora tenemos un Sumo Sacerdote que comprende cada situación por la que pasamos. Hebreos 4:14-16 dice: “Teniendo, pues, un gran Sumo Sacerdote que traspasó los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, retengamos nuestra fe. Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino Uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna”. Jesús pasó por todas las luchas a las que nos enfrentamos; no es ajeno al sufrimiento. Él permaneció obediente a Dios, cumpliendo perfectamente la Ley del Antiguo Testamento y ofreciéndose a sí mismo como expiación inmaculada por nuestros pecados. Nosotros también estamos llamados a vivir en obediencia a Dios por nuestro amor a Él. Nuestra obediencia no solo refleja nuestra confianza en el plan de Dios, sino que también nos acerca a Su corazón, al caminar sobre los pasos del Salvador que conoce íntimamente nuestras luchas.

COMPRENDE

REFLEXIONA

PONLO EN PRÁCTICA