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¿Qué es la doctrina?
La antigua palabra griega traducida como "doctrina" en su raíz significa "instrucción, especialmente cuando se utiliza para aplicarla al estilo de vida". En la Biblia, la palabra doctrina se usa específicamente para referirse a temas espirituales y áreas de estudio. Esencialmente, la doctrina es la enseñanza que es compartida por una fuente académica o claramente definida. La Biblia misma es útil para la doctrina (2 Timoteo 3: 16–17).
Como cristianos, se supone que debemos vigilar de cerca nuestra doctrina (1 Timoteo 4:16). La doctrina bíblica nos instruye en la vida santa, y los dones espirituales que nos dan a nosotros y a otros en el cuerpo de Cristo nos permiten mantener el rumbo correcto: "Así ya no seremos niños, zarandeados por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de enseñanza y por la astucia y los artificios de quienes emplean artimañas engañosas. Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo." (Efesios 4: 14–15)
La doctrina bíblica informa a nuestro conocimiento de la voluntad de Dios. Nos permite comprender mejor:
• El camino de la salvación (Efesios 2: 1–10; Romanos 10: 9–10)
• Instrucciones para la iglesia (1 Corintios 14:26, 40; Tito 2: 1–10; 1 Timoteo 3: 1–13)
• Vida santa (1 Pedro 1: 14–17; 1 Corintios 6: 18–20)
• La naturaleza y el carácter de Dios (Salmo 90: 2; 97: 2; 103: 8; Juan 4:24)
La Palabra de Dios es el fundamento de toda doctrina cristiana. 2 Timoteo 3: 16–17 nos dice: "Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra." (véase también 2 Pedro 1: 20–21). Puede haber diferencias en la iglesia sobre temas doctrinales secundarios, como el gobierno de la iglesia o la escatología, pero toda doctrina bíblica debe incorporar y basarse en toda la Biblia o el consejo de Dios (Hechos 20:27) y en el carácter inmutable de Dios (Hebreos 13: 8; Números 23:19).
A veces las iglesias o los cristianos no construyen su doctrina en la Biblia, lo cual es un error peligroso. La inclinación de nuestra naturaleza pecaminosa es elegir las partes de la Biblia que nos gustan y que nos permiten permanecer cómodos y luego dejar el resto atrás. Este enfoque indisputable de nuestras creencias cristianas hace que nuestra fe se estanque y nos hace susceptibles a la falsa enseñanza. Pablo le dijo a Timoteo: "Predica la Palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar. Porque llegará el tiempo en que no van a tolerar la sana doctrina, sino que, llevados de sus propios deseos, se rodearán de maestros que les digan las novelerías que quieren oír." (2 Timoteo 4: 2–3). Jesús reprendió a los fariseos por seguir las tradiciones de los hombres como si fueran doctrinas de Dios (Marcos 7: 7; cf. Isaías 29:13). La falsa doctrina era un problema en las Escrituras y sigue siendo un problema hoy (Mateo 7:15; 2 Pedro 2: 1; 1 Juan 4: 1).
La Biblia advierte contra la enseñanza de doctrinas falsas o incompletas, especialmente para complacer a más personas o provocar controversias. El profeta Jeremías advirtió acerca de caer presa de falsos profetas que "cuentan visiones que se han imaginado y que no proceden de la boca del Señor" (véase Jeremías 23: 16–17). La verdad de la Palabra de Dios significa más que la aprobación de otros o la ganancia que algunos piensan que proviene de la disensión (1 Timoteo 6: 3–5). Pablo fue tan lejos como para decir que aquellos que enseñan doctrina falsa deberían estar bajo la maldición de Dios (Gálatas 1: 7–9).
La doctrina dicta la cosmovisión. Si nuestra doctrina se basa en la Biblia, podemos estar seguros de que nos mantendremos en el camino de Dios. Debemos escuchar a los maestros de enseñanza sana, así como estudiar la Biblia por nuestra cuenta y con otros (2 Timoteo 2:15). El Espíritu Santo puede darnos el discernimiento que necesitamos para interpretar el verdadero significado de las Escrituras, en lugar de un significado que creamos para satisfacer nuestras propias preferencias individuales. Nos ayuda a saber cuál es una sana doctrina y cuál es falsa. A medida que estudiamos la Palabra de Dios, entendemos mejor a Dios y cómo encajamos en los planes y propósitos de Su reino.
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