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¿Por qué debemos adorar a Dios?
Adorar es dar muestras de reverencia y adoración a una deidad o a algo que representa a una deidad (por ejemplo, una estatua). La gente adora todo tipo de cosas: al Dios verdadero (Juan 4:24); a los demonios (Apocalipsis 9:20); a las esculturas o estatuas que representan a las bestias (Éxodo 32:7-8); al sol, la luna y las estrellas (Deuteronomio 17:3); a los reyes (Daniel 3:5); y a sí mismos, incluyendo sus propios apetitos carnales (Filipenses 3:19).
La palabra hebrea que frecuentemente se traduce como "adoración" en el Antiguo Testamento aparece por primera vez en Génesis 18:2 cuando Abraham se postra ante los visitantes celestiales (una aparición de Dios junto con dos ángeles). También Lot se postró ante los ángeles en Génesis 19:1. En Génesis 22:5, volvemos a ver la palabra, que aquí se traduce como "adoración". En ese pasaje, Abraham e Isaac se dirigen al monte para llegar al altar donde Abraham planeaba sacrificar a Isaac en obediencia al mandato de Dios (Génesis 22:2). Esta era una prueba de la fe de Abraham -Dios nunca quiso que sacrificara a su hijo- y es interesante que Abraham diga a sus siervos: "Esperad aquí...yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros" (versículo 5). En este asunto, Abraham veía su obediencia como un acto de adoración o devoción. Además, es interesante que hablara en plural ("volveremos") incluso cuando sabía que Dios le había ordenado matar a Isaac en el altar (cf. Hebreos 11:19).
La relación con Dios naturalmente nos lleva a adorarle. Él nos pone a prueba, nos desafía, nos salva, nos colma de bendiciones, nos provee y nos protege. Él está íntimamente involucrado en nuestras vidas, y como respuesta, le alabamos y adoramos. Le adoramos. La verdadera adoración no tiene que ser forzada o falsa; la adoración fluye naturalmente de nosotros hacia Aquel que es soberano sobre nuestra vida y destino. Cualquier cosa que Dios quiera de nosotros, por muy exigente que sea, la haremos, porque lo más importante es el objeto de nuestra adoración. Esa es la esencia de la adoración.
¿Por qué debemos adorar a Dios? ¿Por qué es imprescindible adorarle sólo a Él, y no a las estatuas, a la luna o a nosotros mismos? En última instancia, la razón de la adoración tiene que ver con la confianza. ¿En quién confiamos? El rey David escribió algunas buenas razones para alabar y adorar a Dios:
"Bienaventurado aquel cuyo ayudador es el Dios de Jacob,
Cuya esperanza está en el SEÑOR su Dios,
El cual hizo los cielos y la tierra,
El mar, y todo lo que en ellos hay;
Que guarda verdad para siempre,
Que hace justicia a los agraviados,
Que da pan a los hambrientos.
El SEÑOR liberta a los cautivos;
El SEÑOR abre los ojos a los ciegos;
El SEÑOR levanta a los caídos;
El SEÑOR ama a los justos.
El SEÑOR guarda a los extranjeros;
Al huérfano y a la viuda sostiene,
Y el camino de los impíos trastorna.
Reinará El SEÑOR para siempre;
Tu Dios, oh Sion, de generación en generación.
Aleluya" (Salmo 146:5-10).
¿Por qué adoramos a Dios? Él es el único que merece ser adorado. Sólo Él merece ser adorado porque sólo Él es bueno (Marcos 10:18) y sólo en Él está la salvación (Apocalipsis 19:1).
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