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¿Qué es la esclavitud espiritual?
La palabra esclavitud se define como: "el de ser esclavo". Por tanto, el término esclavitud espiritual básicamente significa "el de ser un esclavo espiritual". Es decir que podríamos usar el término esclavitud espiritual para referirnos a cualquier cosa que nos impida estar completamente sometidos al señorío y poder de Jesús en alguna área de nuestras vidas.
La frase "esclavitud espiritual" no se encuentra en la Biblia, aunque ésta dice que los incrédulos están en esclavitud del pecado y del Diablo (Juan 8:34; Hechos 8:23; Romanos 6:6, 16, 19; 7:14). Los creyentes no pueden ser una "posesión" ni esclavos de Satanás por la eternidad, ya que fueron comprados una vez y para siempre por la sangre de Jesús. En vez de estar atados por el pecado, los creyentes deben caminar activamente en la justicia y la libertad que Dios les ha dado (1 Pedro 1:18-19; ver también Juan 8:36).
Esto no significa que los creyentes no puedan experimentar "opresión" espiritual o demoníaca a causa de sus propias elecciones pecaminosas o incluso de su crianza. A veces, cuando alguien se vuelve creyente, ya ha vivido por mucho tiempo en un pecado específico que ni siquiera lo reconoce como tal. Si un creyente se da cuenta de que todavía está luchando con un hábito de pecado consistente o una forma de pensar poco saludable, a pesar de haber sido salvo y de haber pedido perdón a Dios en varias ocasiones, es posible que tenga que tomar medidas adicionales para hacer un cambio. Pablo instruye a los creyentes: "En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad" (Efesios 4:22-24; ver también 2 Corintios 10:3-5).
La tentación de pecar siempre estará presente, por lo que es importante que los creyentes corten la tentación cuando comienza (Mateo 6:13; 1 Corintios 7:5; Gálatas 6:1). Si los creyentes permiten que pecados como la ira, la mentira, la avaricia, la falta de perdón, etc., permanezcan en sus corazones, se convierte en una puerta abierta para "darle lugar al diablo" (Efesios 4:27). Si los creyentes reconocen que han dado al Diablo un punto de apoyo en sus vidas, necesitan humillarse, buscar al Señor y resistir al Diablo (Santiago 4:6-8; Efesios 6:10-18).
Otra tentación que podría conducir a un tipo de esclavitud espiritual es la tentación de los creyentes de entrar en una versión poco saludable de la "religión". El término religión viene de una palabra de raíz latina que significa "atar fuerte". Esto sugiere un sentido de esclavitud u obligación. La religión en sí misma puede convertirse en una versión de esclavitud espiritual cuando los creyentes se fijan demasiado en un aspecto de la misma, como por ejemplo un excesivo énfasis en el miedo al juicio o al infierno, una obsesión con la actividad demoníaca, o incluso los rituales cristianos específicos que creen que hay que hacer para evitar consecuencias negativas. Incluso un "requisito" autoimpuesto de pasar cierto número de minutos en oración o de leer cierto número de capítulos de la Biblia en un día puede convertirse en una forma insana de esclavitud espiritual que enfatiza la religión en sí misma por encima de una relación con Dios. El perfecto amor de Dios echa fuera el miedo que intenta invadir nuestra mente (1 Juan 4:18). Dios nos da descanso y nunca estamos separados de Su amor (Mateo 11:28; Romanos 8:37-39; Judas 1:24).
Cuando somos sinceramente salvos, no seguimos viviendo la misma vida pecaminosa que vivíamos antes de ser salvos (1 Juan 3:4-10); vivimos según el Espíritu (Romanos 8:5-17). Ahora bien, debemos ser conscientes de que tenemos un enemigo que lo único que quiere es que le demos pie para que estemos oprimidos en vez de caminar en la verdadera libertad que tenemos en Cristo (1 Pedro 5:8-9). No hay razón para que tengamos miedo del Diablo: "porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo" (1 Juan 4:4).
Por eso todos los creyentes necesitan esforzarse en renovar sus mentes: "No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta" (Romanos 12:2). Cuando depositamos nuestra confianza en Jesucristo como Salvador, llegamos a ser hijos de Dios: Su Espíritu Santo habita en nosotros, nos guía por Sus caminos y nos otorga la verdadera libertad de toda esclavitud (Proverbios 3:5-6; Romanos 8:14-15).
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