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¿Qué dice la Biblia sobre el legalismo?

Los cristianos usan la palabra "legalismo" para referirse a la creencia de que es necesario seguir reglas para la salvación y la santificación. Un legalista es alguien que depende del buen comportamiento, en vez de la gracia de Dios, para asegurar su propia salvación y la de otras personas. Una de las principales razones del legalismo es una mala comprensión del propósito de la ley mosaica. Al hacer una lectura superficial, parecería que el objetivo de la ley es que se cumpla, sin embargo, al leer más detenidamente los textos bíblicos, queda claro que la ley se dio para que el hombre entendiera su necesidad de Cristo y se convirtiera y pudiera recibir la salvación por la fe (Gálatas 3:24; Efesios 2:8-9).

Una persona atrapada en la trampa del legalismo puede hablar de labios para afuera sobre estas verdades, pero en su interior sigue confiando en su buen comportamiento como medio de salvación. El legalismo frecuentemente se hace evidente cuando una persona legalista ve un mal comportamiento en sí misma o en otra persona. Cuando el mal comportamiento se ve en ellos mismos, tienden a llenarse de vergüenza, arrepentimiento y culpa, castigándose a sí mismos o incluso dudando de su salvación. Cuando lo ven en otros, suelen volverse críticos y excesivamente duros. Curiosamente, este tipo de personas suele llevar una doble vida, entregándose secretamente al pecado mientras mantiene un exterior brillante. Jesús criticó a los fariseos por este tipo de legalismo, diciendo: "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia" (Mateo 23:25).

Los creyentes pueden caer en la trampa del legalismo, especialmente porque esta actitud en particular parece propagarse fácilmente dentro de un grupo. Un legalista, especialmente en el liderazgo de una iglesia, puede infectar a toda su congregación con el legalismo ejerciendo una sutil presión sobre el comportamiento. Reglas contra el consumo de alcohol, el baile, evitar ciertos libros o películas, o ciertas actividades sociales es una manera particularmente buena para propagar el legalismo. Esto estaba ocurriendo en la iglesia de Galacia, y Pablo los reprendió, diciendo "¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado? Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?" (Gálatas 3:1-3).

La causa del legalismo es el miedo y el orgullo. En primer lugar, el miedo, cuando pensamos que la sangre de Jesús no es suficiente para salvarnos. Y el orgullo, cuando nos complacemos indebidamente en nuestra propia moralidad y miramos con desprecio los defectos de los demás para sentirnos mejor con los nuestros. Debemos recordar que "la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo" (Juan 1:17) y "porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe" (Efesios 2:8-9). El legalismo no tiene sentido, ya que reglas como "no manipular" o "no probar" o "no tocar" y otras normas tienen "a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne" (Colosenses 2:20-23). Al final, el legalismo no contribuye a mejorar el estado moral de una persona, y por lo general conduce a la hipocresía.

Conociendo las trampas del legalismo, tenemos que recordar que debemos ser amables con nuestros hermanos y hermanas, porque "¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme" (Romanos 14:4). "Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo" (Romanos 14:10).

Ahora bien, también es importante que no tengamos miedo al legalismo de tal manera que toleremos el pecado y la anarquía. Todos debemos depender de Dios para que nos ayude a ser justos y bondadosos, y a caminar según la verdad (Miqueas 6:8).

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